Ramatís
Kármica, en su infinita sabiduría, siempre logra el éxito de sen-
sibilizar los corazones indiferentes en el pasado, preparándolos
con rigor, para convertirlos en tiernos v amorosos para otros
efectos futuros. La recordación que aún los envuelve, causada
por la partida del ente querido, continuará manteniéndoles viva
la imagen del hijo que contribuyó como un verdadero “detona-
dor” del amor, que se encontraba adormecido en la frialdad de
las almas que lo adoraban.
Pregunta: ¿Ese amor, sólo puede despertarse a través de
los hijos bellos, sanos e inteligentes, que más tarde desencarnan
para avivar los sentimientos paternales adormecidos?
Ramatís: No debéis olvidar, que no estamos ajustando al
ejemplo de un padre, que debido al abandono de su hijo de-
formado, débil mental o adversario espiritual, requería la tera-
péutica rectificadora de perder prematuramente otro hijo, bel-
lo, sano o inteligente. La ley dispone de diversos recursos para
incentivar a los padres delictuosos y despertar el amor latente
en sus almas, sin necesidad de someterlos exclusivamente a la
prueba de perder los hijos bellos o sanos. El espacio exiguo de
esta obra no nos permite analizar la multiplicidad de acciones
y reacciones de “causa y efecto”, que se aplican bajo la visión
sabia de los Mentores Siderales cuando precisan promover la
rectificación espiritual de los diversos delitos de padres compro-
metidos con los hijos en encarnaciones anteriores.
Pregunta: Inspirándonos en el proceso de la Ley Kármi-
ca, que regula la “causa” y el “efecto” en la rectificación de los
equívocos de las criaturas, encontramos que los hijos deforma-
dos, malos, imbéciles o repulsivos, que son repudiados por los
padres crueles, deben merecer tal hostilidad, suponiendo que
en el pasado también pudieron repudiar los afectos Datemos
y despreciar inclusive a sus progenitores. ¿La Ley no debería
colocarlos bajo tutela de los padres adversarios?
Ramatís: Evidentemente, muchas veces sucede así en la ló-
gica justísima del proceso kármico.
Generalmente, los espíritus que subestimaron a sus proge-
nitores en una encarnación, no merecen en futuros renacimien-
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