Ramatís
de sus ascendentes biológicos que parecen darle una autono-
mía especial y un valor exclusivo de su linaje hereditario carnal,
apenas es el revelador objetivo del alma a la luz del ambiente
del mundo material.
En el período de gestación del cuerpo carnal, el periespíritu
recapitula rápidamente todas las lecciones vividas en la escala
animal que le fueron proporcionadas en los variados contactos
anteriores con el mundo material, para después servirse de una
nueva oportunidad de vida física, y poder ampliar y consolidar
sus propias realizaciones anteriores.
Aunque creáis que el “biombo de carne” deba volverse un
protector poderoso contra las tentativas obsesivas de los malhe-
chores desencarnados, conviene reflexionar que el comando de
vuestro espíritu sobre la carne no se hace directamente por el
cerebro físico, sino, a través del cerebro del periespíritu, que es
su matriz etéreo-astral, o sea, el maravilloso aparato que semeja
a la poderosa y divina usina al servicio de la vida superior.
El cerebro periespiritual es el valioso órgano responsab-
le por el pensamiento humano, desempeñando las admirables
funciones de transmisor de la voluntad y de la inteligencia del
alma, como un productor de ondas, luces y energías de todos
los matices, haciendo centellear sus altísimas emisiones desde
el encéfalo hasta las fuerzas y los elementos que se agrupan
en la región de los lóbulos frontales, que será el campo avan-
zado de las actividades del hombre del futuro. El cuerpo físico
aunque sirva, como decís, de escafandra o de muralla de carne
protectora para el espíritu, en el mundo exterior es el agente
responsable por los fenómenos que provienen de las relaciones
del espíritu con el medio ambiente. Su verdadero dominio se
produce en su mundo interno y a través del control delicadísimo
del periespíritu.
El verdadero control del organismo carnal se realiza por
vía interna, a través del periespíritu, es decir, exactamente don-
de tanto pueden actuar los espíritus benefactores como los ma-
lhechores, eso depende sin duda, de la naturaleza elevada o in-
ferior de vuestras simpatías psíquicas.
Pregunta: ¿Aunque nos habéis atendido, dándonos algunas
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