Ramatís
con qué objeto existen el yacaré, el rinoceronte, el hipopóta-
mo o la víbora. Aparentemente, no se justifica la existencia de
esos animales porque el hombre sólo considera útil aquel que le
brinda un buen bife, un churrasco al asador o el cuero para las
carteras, zapatos u otros objetos de uso personal.
La tortuga no parecía tener ninguna utilidad para la hu-
manidad terrena, pero el hombre descubrió que tenía óptimas
cualidades, que más tarde terminaron elevándola a la catego-
ría de cosas excelentes creadas por Dios, dado que provee los
huevos y también una apreciada sopa en los restaurantes más
elegantes de la ciudad. El cocodrilo, que hasta el siglo pasa-
do no pasaba de ser un feroz saurio, se rehabilitó últimamente
cuando se comprobó la importancia que tenía su cuero para la
feliz combinación de la cartera con el zapato y otras exigencias
de epicúreo capricho femenino.
Aún existen muchos animales que son tenidos por inútiles
y feroces, tales como el tigre, el león o el lobo, que el hombre
destruye a hierro y fuego porque no poseen carne apropiada
para el delicado paladar humano. Las aves del mundo astral,
que también parecen inútiles e innobles para vuestra compren-
sión humana, obviamente atienden a los saludables objetivos
dictados por Dios y que nosotros ignoramos.
Pregunta: ¿Entonces se les podrá atribuir alguna función
útil a esas aves monstruosas del astral inferior?
Atanagildo: Aquí la Ley es la misma que rige los fenómenos
del “descenso” de la energía y su consecuente materialización en
vuestro mundo físico. Aunque varíen los planos vibratorios, la
Ley permanece inmutable y original en su determinismo crea-
dor. Las cosas se transforman, perfeccionan y evolucionan o se
petrifican y estacionan a través del tiempo. El astral inferior es
inmensurable crisol de fuerzas y formas agresivas en continua
evolución renovadora, y se asemeja a un rústico y vigoroso la-
boratorio situado exactamente en el límite de la vida física y de
la existencia angélica.
Ese mundo salvaje y saturado de fuerzas prepara los ele-
mentos y las formas originales que descendieron a la cuna pri-
maria de la vida terrena, así después drena y purifica los tóxicos
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