Ramatís

Para bajar a las regiones inferiores tenemos que revestir a nues-

tro periespíritu con una verdadera escafandra de fluidos densos 

que nos coloquen en sintonía con el medio compacto, al mismo 

tiempo que nos esforzamos por esconder nuestra procedencia 

y despojarnos de todas las apariencias credenciales superiores 

que nos puedan identificar delante de las multitudes y de los 

administradores de las ciudades subvertidas.

En la suposición de que tales espíritus inferiores pudieran 

subir hasta  nuestra metrópoli,  el fenómeno se  invertiría,  pues 

ellos tendrían que despojarse completamente de su manto de ti-

nieblas para lograr alcanzar la extrema liviandad periespiritual 

y poder ascender a las esferas paradisíacas. Eso lo conseguirían 

con sólo substituir la crueldad por la ternura, el egoísmo por el 

altruismo, el orgullo por la humildad y la lujuria por la casti-

dad, por ser el único proceso que les permitiría equilibrarse en 

el ambiente sutil y purificado de las metrópolis celestiales.

Si ellos pudiesen hacer eso, hace mucho tiempo estarían 

completamente renovados, elevándose por sí mismos, sin ne-

cesidad de estímulos o incentivos superiores. La madurez es-

piritual no se consigue con toques de magia; es una realización 

paulatina y comúnmente conseguida bajo el aprendizaje del do-

lor y el sufrimiento, por haber violado la Ley Kármica. Mientras 

tanto, nuestro descenso al astral inferior es un acontecimiento 

perfectamente viable y comprensible, porque se realiza por el 

auto-sacrificio y por la reducción de nuestra frecuencia vibrato-

ria familiar. Bajo el potencial de nuestra voluntad concentramos 

las fuerzas internas del espíritu, en un esfuerzo reductor, para 

lograr hacernos cada vez más “pequeñitos” y poder ir al encuen-

tro de nuestros hermanos que han faltado a la Ley Divina. Con 

todo eso, no podemos dejar de reconocer cuan diminutos somos 

ante la inmensidad de la Vida Cósmica.

La convicción sincera y humilde que tenemos de la gran-

de/a de Dios y del Infinito, ya que en realidad, no dejamos de 

ser un inexpresivo grano de arena sideral, y esto mucho nos 

ayuda para alcanzar el éxito de esa aproximación vibratoria 

hacia los espíritus aun impermeabilizados contra el flujo de la 

luz eterna que, sin embargo, late en lo íntimo de sus almas.

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