La Vida Más Allá de la Sepultura
do” que liga al periespíritu al cuerpo saturado de magnetismo
repulsivo. En vez de colocarse en un campo de energías dúctiles,
delicadas y liberadoras, como en el caso de las almas santifica-
das, se centralizan en un poderoso núcleo de fuerzas primarias,
esclavizantes y profundamente atractivas hacia el mundo in-
ferior animal. El periespíritu, entonces, queda encadenado al
cadáver, del que sólo consigue liberarse después de su completa
descomposición, hasta ese momento, el alma se ve obligada a
presenciar los cuadros pavorosos de los gusanos que devoran el
cuerpo que ellos mismos degradaron, pues ese cuerpo no deja
de ser un condensador de fuerzas deletéreas, que se disocian en
detestable frecuencia vibratoria del astral inferior.
El santo, el yoga o el hombre evangelizado desencarnan
sumergidos en un agua de fluidos balsámicos y paradisíacos,
como criaturas que abandonan un ambiente inestable para in-
gresar rápidamente en un jardín de perfumadas flores primave-
rales; mas el espíritu del delincuente, el alma perversa o viciada,
respira los gases mefíticos hasta que se elimine la fuente que los
produce.
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