Ramatís
Atanagildo: Estoy seguro que cuando en el futuro se produ-
zcan vuestras desencarnaciones, desearíais la paz y la influencia
de fluidos balsámicos junto a vuestro cuerpo, si aún estuvierais
ligado a él, y por lógica sabréis perfectamente sobre vuestra
decisión para comportaros junto a cualquier cadáver o en cual-
quier ocasión, guardando hacia el fallecido todo sentimiento de
ternura y tolerancia, sublimada por la oración afectiva en favor
del espíritu desencarnante. Entonces procuraréis reajustar las
palabras tontas o perjudiciales y coordinaréis los pensamien-
tos imprudentes para formar un clima de serenidad espiritual
a través del intercambio con asuntos más elevados. De esta
manera prestaréis un gran auxilio mental y moral al hermano
que está luchando por su definitiva liberación de las garras de
la armadura física. Haréis lo posible para no permitir que se
evoquen las escenas ofensivas y las equivocaciones humanas de
vuestro amigo o pariente, evitando también que se propague, en
el ambiente el anecdotario inconveniente, tan explotado por la
mayoría de los especialistas ingeniosos en enredos innobles. El
velatorio debe ser un ambiente digno de sacrificio por parte de
todos los amigos y parientes del “muerto”; es el último homena-
je que se le presta y debe alcanzarse la sintonía con la vibración
elevada y espiritual, para lograr atraer a las fuerzas angélicas
que lo ayudarán en su liberación definitiva de la carne. No se
puede ayudar al espíritu aflorando ocurrencias despreciables, ni
asociando recursos dolorosos y opresores que afectan al alma
del desfallecido por el fenómeno de la muerte corporal, así como
el respeto y la cortesía social siempre exige que ciertos asun-
tos indiscretos no se traten delante del culpado. La muerte del
cuerpo físico que parte casi siempre es tomado o alcanzado por
la red que teje la ignorancia de las personas que quedan. De un
lado, el sentimentalismo perjudicial de la familia, que encarcela
al periespíritu del desencarnante a su organismo físico sin vida;
por otro lado, los asistentes que lo hacen danzar sobre las olas
que forman parte de la tempestad de la vida.
¿Queréis saber cuál debe ser el comportamiento del que
asiste a un velatorio? En mi opinión de espíritu desencarnado,
lo considero una reunión de carácter muy delicado, que exige el
silencio afectivo y la meditación de alta espiritualidad, que re-
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