Ramatís
ciar razas o condiciones sociales y morales, se desarrolló aún
más en mí, en el mundo astral, y ahora me es dado verificar,
sin equívoco posible, que yo actuaba absolutamente seguro al
mantener aquella actitud incondicional de afecto, que es la base
fundamental para que los espíritus ingresen en la metrópoli del
Gran Corazón.
Pregunta: ¿No os sentíais a veces, dominado por cierta nos-
talgia al evocar vuestra vida pasada en el Brasil, tal como les su-
cede a los extranjeros que son obligados a ingresar en este astral
y evocan el paisaje, costumbres y tradiciones de la patria lejana?
Atanagildo: Si me ganara la nostalgia por el hecho de haber
vivido en Brasil, mayor nostalgia tendría y hasta me pertur-
baría, al evocar la vida que pasé en otros países en donde me
reencarné mayor número de veces. En ese caso, mucho antes de
evocar la vida en Brasil, evocaría la ciudadanía de Marte, que
es el planeta de origen de mi conciencia individual y del cual fui
exilado hacia la Tierra. Si yo me preocupase por evocar la patria
en donde vivió mi espíritu, antes de pensar en Brasil, debiera
recordar a la Atlántida, el Egipto, la Arabia, la Hebrea y princi-
palmente la Grecia o la India, en donde mi espíritu se demoró
más tiempo encarnado. He ahí la gran ilusión de los hombres
terrenos, que al ser mal informados por los sacerdotes, instruc-
tores religiosos, filósofos puramente intelectivos restringen su
felicidad presente y futura, en la tentativa tonta de trazar fronte-
ras sobre el suelo de un mundo provisorio, buscando separarse
por la diferencia accidental de color, raza, patria y religión.
En la intimidad de mi alma, bastante fortalecida por la con-
vivencia con todas las razas, tanto vibra la pasión de vivir del
atlante, como vibra la voluntad del egipcio faraónico, la fuer-
za indomable del árabe nómade, el misticismo del hindú con-
templativo, la cautela del hebreo desconfiado o la irreverencia
del griego atildado. Y, por cierto, ya palpitaba también en mí
algo del ímpetu inquieto y bullicioso de los brasileños, entre los
cuales sufrí la intensidad psicológica de mi última encarnación.
Pregunta: ¿En la metrópoli del Gran Corazón, solo pueden
ingresar espíritus exclusivamente del Brasil?
196