Ramatís
taban mi obstinación por los consejos que mis amistades me
hacían llegar y a la fuerza me querían inculcar ideas restrictivas
para mis movimientos fraternos y limitar mi libre facultad de
pensar. Las consideraba como inofensivas criaturas, apegadas
a las deliciosas historietas para niños y que en mi niñez me
habían embelesado.
Esa es la causa por la cual no podía considerar a mis pa-
rientes dotados de sentimentalismos falsos en la hora de mi
muerte corporal, pues eran víctimas de su propia ociosidad
mental y de la ignorancia espiritual por haber abdicado a su sa-
grado raciocinio de almas libres, por sólo pensar por indicación
de sacerdotes que aún viven en confusión consigo mismo.
Pregunta: ¿Por qué motivo manifestasteis que “los sacerdo-
tes viven en confusión consigo mismos”?
Atanagildo: Porque los hombres que realmente llegan a
conocer la verdad, nunca procuran imponer sus postulados a
nadie ni restringir la libertad de pensamiento a sus hermanos.
Mientras tanto, mi familia era asediada constantemente por el-
los, intentando crear dificultades alrededor de mis actividades
espiritualistas, realizadas sin compromisos y sin condiciones
de creencias o sectas. Es obvio, que sólo una confusión entre
esos religiosos y sus propios postulados, podrían llevarlos al
absurdo de procurar aumentar prosélitos, en la presunción que
aumentando la cantidad, se pueda mejorar la calidad... Cuando
yo vivía en la India, apreciaba muchísimo un proverbio orien-
tal, que traducido para vuestra comprensión occidental es así:
“Me basta la Paz que desde el Creador hacia mí desciende, para
que los otros, también beban de la Paz que en ellos ha de des-
cender”. Cuando no tenemos Paz, generalmente, preocupamos
a los que realmente la poseen. Muchas veces, la preocupación
aflictiva por “salvar” al prójimo, no deja de ser una disfrazada
decepción que anida en el alma fracasada.
Pregunta: ¿Vuestra familia terrena era un conjunto de espí-
ritus afines, unidos desde el pasado?
Atanagildo: Conforme ya os aclaré, la mayor parte de mi
última existencia terrena la dediqué al aprendizaje espiritual,
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