fundamento del Amor con relación al prójimo.
Jesús no intentaba aniquilar la "fuerza" del egoísmo, sino inculcarle un provechoso sentido en
beneficio del prójimo. El amor a sí mismo sería la acción dinámica que le imprimiría al amor viejo.
Utilizando su admirable don de percepción espiritual trataba de identificar en sí mismo, cuáles serían
las reacciones morales del espíritu delante de la injusticia, de la ingratitud, de la perversidad o del
egoísmo humano. Él no sufría íntimamente la agresión o el insulto inferido sólo trataba de conocer
muy de cerca las torturas a que se sometía la criatura terrícola con sus pecados y vicios. Reconocía
que los hombres eran avaros, perversos y orgullosos porque eran ignorantes e inmaduros de espíritu.
Antes de ser condenado o censurado necesitaba que lo esclarecieran y le enseñaran sobre el
verdadero motivo de la vida y la responsabilidad que posee el espíritu eterno.
Si los animales se vuelven pacíficos y serviciales después de domesticados, aunque
extremadamente imperfectos; los hombres también pueden ser cariñosos y buenos aprendiendo a
dominar sus pasiones, antes de atacarlos agresivamente. Jesús, alma sublime y generosa, se
propuso enseñar a los hombres para conducirlos a la ventura del "reino de Dios", donde la paz del
espíritu es el fundamento para alcanzar una existencia divina. Pero, también reconocía la necesidad
que había de vivir las lecciones suministradas a la humanidad, si en realidad, quería conquistar la
confianza de los terrícolas. A través de su ejemplo personal, de la total renuncia a los bienes y
placeres del mundo, sufriendo estoicamente en su propia carne los dolores de las ingratitudes y
agresividades ajenas, entonces podía demostrar su fe incondicional y sumisión absoluta a la voluntad
de Dios, atrayendo hacia sí, la confianza de los hombres.
Jesús, desde allí en adelante, programó definitivamente su acción y temario, cuya base, era
asegurar entre los hombres la gloria de los ángeles, el Amor. El Amor era el fundamento de la Vida y!
sólo por el Amor, el hombre se salvaría. Ningún otro sentimiento fuera del Amor, podía hermanar al
lobo y al cordero, al amigo y el enemigo, al creyente y al ateo, al malo y al bueno, al rico y al pobre.1
El Amor, por lo tanto sería el lema definitivo para todas sus pregonaciones, conforme lo exteriorizó en
todos los momentos de su vida, de su pasión y de su muerte. Hasta el último momento, desde lo alto
de la cruz y ante las multitudes agitadas y sarcásticas, dirigió al Creador aquella patética rogativa, de
misericordia infinita, diciendo: "¡Padre! ¡Perdónalos, porque no saben lo que hacen!"
99