Maestro no hubiera tenido éxito alguno si desde un comienzo hubiera pregonado entre los fariseos
intrigantes y los saduceos orgullosos que se apegaban a la letra de la Ley, como garrapatas al cuero
del animal. El pueblo Galileo, alegre, activo, bullicioso, sincero en su fe y puro en su amistad, fue un
verdadero ensayo para el advenimiento del Cristianismo.
Pregunta: Reconocemos que el paisaje de Galilea y la hospitalidad de su gente, fueron una
influencia benéfica y catalizadora de las actividades de Jesús; nos agradaría saber, cómo asentó el
Maestro las bases doctrinarias del Cristianismo entre razas tan diferentes.
Ramatís: Aquello que os parece deficiente o dificultoso al comienzo de la obra de Jesús, le fue de
mucho provecho en base a su sensibilidad espiritual y gran conocimiento sobre los sentimientos
humanos. Las divergencias, propias de los individuos de razas antagónicas, como las discordias
comunes entre los galileos, le servían a Jesús como experiencia en su entrenamiento espiritual para
confeccionar el Evangelio destinado a la humanidad. El ambiente donde vivía le permitía realizar una
provechosa auscultación sobre la naturaleza de los hombres, sin necesidad de recorrer el mundo
para conocer los variados caracteres de la humanidad.
El Maestro tomaba contacto diariamente con todos los habitantes del lugar, prefiriendo quedar
alejado de las cizañas, risas y contiendas de todas las especies. Actuaba amorosamente cuando
aparecían los conflictos religiosos y demostraba la tónica ajena a las costumbres de las razas en
pugna y de la religión imperante. Gracias al sublime entendimiento espiritual que demostraba a los
contendientes, amainaba las tempestades del personalismo humano. Los conflictos violentos perdían
su ardor y se debilitaban los ánimos de los pendencieros cuando se acercaba el Maestro Jesús.
Los idiomas, los dialectos, las devociones y costumbres diferentes de sus coterráneos las
consideraba como la miniatura de la humanidad terrena, la cual también se subdividía en materia de
fe, sentimiento, religión y política. Jesús meditaba mucho sobre la naturaleza humana, todavía tan
animalizada, ignorante, insatisfecha, avarienta, cruel, llena de amor propio y orgullo de raza. Esas
pasiones y deseos incontrolados eran los verdaderos fundamentos que desentendía a los hombres,
los cuales, a semejanza de los animales sólo se mostraban inofensivos cuando estaban bien
alimentados, hartos, gozando de salud y satisfechos en su instinto sexual.
El Maestro se entristecía al comprobar que el hombre necesitaba tan poco para ser feliz, pues
sólo debía saber amenizar el deseo cupido y domesticar las pasiones violentas para ser más
venturoso y sustituir los places transitorios de la carne por los placeres duraderos del espíritu.
Entonces se ponía a enseñar a la criatura humana, transmitiéndole un poco de ventura espiritual, que
era el estado normal de su alma. En Galilea, observaba a todos los seres que eran los fieles
representantes de las principales razas del mundo, que además, eran portadores de pasiones, vicios
y artimañas. Aliados con algunas virtudes bondadosas, se manifestaba en todos ellos los diferentes
tipos de pecados humanos, motivo por el cual Galilea le parecía un muestrario vivo de los
especimenes representativos de toda la humanidad.
Jesús sabía perfectamente de la inutilidad de los tratados civiles, de las leyes y códigos penales,
de las doctrinas y sectas religiosas del mundo que intentaban disciplinar la conducta humana, por
cuanto la represión moral no educa el corazón del hombre. Ni el culto religioso, la disciplina filosófica,
ni los conceptos avanzados de la ética podían extirpar del corazón humano las pasiones y vicios, si
actuaban desde el "exterior" hacia el "interior". El éxito sólo se puede, alcanzar desde el centro hacia
la periferia, del mundo oculto hacia el visible, del espíritu hacia la mente y en forma de un sentimiento
amoroso que consiga purificar los pecados del alma.
Entonces Jesús comprendió, que el hombre se volvería altruista si era explotado en su
propio egoísmo; pues alcanzando su propio bien también alcanzaría el del prójimo. Nadie podrá dar
aquello, que aun no haya experimentado y realizado en sí mismo. El hombre, primero ha de ser
egoísta, es decir, acumular hasta hartarse, para después sentir el placer de dar, de repartir.
Por eso, sería necesario darle al hombre mucho amor, para que pudiesen amarse los unos a los
otros. Partiendo del egoísmo de la criatura, que prefiere lo máximo para sí. Jesús entonces lanzó
su máxima o principio sorprendente y de mayor sublimidad en él ser: "Ama al prójimo como a ti
mismo". El egoísmo, tan helado y separador, principal sustentáculo de la personalidad humana,
serviría para cementar el
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