discutir todo lo que les dice el maestro de la escuela. Le agradaba absorberse en la nomenclatura
convencional del mundo, antes de ajustarse al sistema primitivo de memorización maquinal. Por eso,
no tomaba contacto con las áridas lecciones de la escuela hebraica y era desatento con los símbolos
de las ciencias terrenas, en donde su espíritu ilimitado se sentía embarazado, era como pequeñas
trabas que se le oponían al vuelo cósmico. Al observar una simple bellota, concebía a la encina
florecida, y ante la nube que pasaba apresuradamente por el cielo, le era fácil entrever el fragor de la
tempestad.
Con el tiempo, el maestro de la escuela se habituó a las fugas mentales del hijo de José y María,
cuyo temperamento tranquilo y por veces inquieto, se ajustaba a su perfil angélico y pródigamente
amoroso con todos. Algunas veces, despertaba sorprendido, como si fuese arrebatado de las nubes,
bajo la voz imperiosa del profesor pidiéndole la lección del día. Sin embargo, ningún hombre en el
mundo asimiló tan rápidamente tantos conceptos de filosofía, leyendas, narraciones, parábolas y
conocimientos generales por medio de la escuela viva de las relaciones humanas, como lo hizo
Jesús. Su alma, de transparente sensibilidad era un crisol, donde un puñado de vocablos, bajo la
"química" de su espíritu, formaba la síntesis de las lecciones eternas.
Pregunta: En base a vuestras consideraciones sobre la infancia del niño Jesús, entonces, ¿era
un serio problema para José y María?
Ramatís: José y María eran pobres, pero responsables de la numerosa prole, y les extrañaba que
Jehová, en vez de enviar un hijo de buen sentido, práctico y semejante a los otros niños, los cargaba
con un bello ángel, de atractivos y encantos especiales, de una sutileza y sinceridad chocante, en
definitiva, inapropiado para esa época, pues vivía durante la infancia los pensamientos de un adulto.
Malgrado su dulzura, sentimiento amoroso, pensamientos limpios y de cierta timidez, Jesús era una
"criatura problemática" cuando se encendía en su alma aquel extraño fulgor que le hacía severo,
dinámico e irreductible en su sentido de justicia, tan poco común.
Sus arrebatos y entusiasmos le permitían beneficiar a los demás, con serios perjuicios para sí
mismo, su falta de utilitarismo y la inagotable capacidad de trabajar gratuitamente para cualquier
persona, dejaba a José y a María confusos, pues sólo estaban habituados a la vida rutinaria y sin
mayores contrastes. Fuera de eso, el niño Jesús era frugal, simple, y ajeno a su propio bien.
Pregunta: Afirman algunos escritores que Jesús era enfermizo desde la infancia, y si hoy, fuese
examinado por la ciencia médica, sería considerado un neurótico y que además se ajustaría perfecta-
mente en los cuadros diversos de la psiquiatría moderna. ¿Qué opináis?
Ramatís: Ante todo, conviene saber el tipo y naturaleza del padrón científico preferido por la
ciencia médica del mundo, para tasar cualquier enfermedad atribuida al niño Jesús. La verdad, es
que en las tablas de la patogenia sideral, las enfermedades más graves son la vanidad, la avaricia, la
ira, la crueldad, la lujuria, la hipocresía, el orgullo, los celos y los vicios que aniquilan el cuerpo carnal,
como el alcohol, las drogas y la glotonería carnívora. Cuando los sabios terrenos comiencen a
considerar la hipersensibilidad, el amor, la renuncia espiritual y otras cualidades crísticas del niño
Jesús, como hechos consumados en las tablas patológicas del mundo, entonces tendrán que
clasificar a sus opuestos, es decir, la "conciencia satanizada", como factor que altera la verdadera
salud del hombre.
La melancolía, la tristeza, el desasosiego y las aparentes contradicciones del niño Jesús, no eran
efectos de un carácter mórbido o censurable, sino, la consecuencia natural producida por el desajuste
de su espíritu angélico, cuya vida esencialmente mental lo hacía sentirse exilado en el ambiente
grosero de la materia. Sus rarezas y excentricidades provenían de su imposibilidad de acomodarse al
medio terráqueo, como lo hacían sus contemporáneos adheridos a los problemas simplísimos de
dirigir, procrear y cumplir con las exigencias fisiológicas del organismo humano. No hay demostración
de enfermedad alguna que las palomas se sientan oprimidas, debatiéndose en medio del charco
lodoso, mientras que los cocodrilos se encuentran eufóricos y tranquilos en el mismo medio.
Jesús no era un enfermo psíquico porque buscaba refugio entre las plantas, o en medio del
campo silencioso cuando se sentía ahogado por la tensión de su espíritu o era el blanco de los
fluidos maliciosos. En verdad, había un profundo contraste entre su temperamento angélico, de
avanzado
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