Jesús era divertido y espontáneo en sus travesuras, pero, sin humillar o maltratar a nadie, ni aun
a los animales. No urdía juegos maliciosos que pudiera perjudicar o crear confusión; era sincero,
franco y justo, se revelaba entero en su porte, como alma bienhechora de la humanidad. Educado
con severidad por José, era tímido y temeroso delante de sus padres, cuya obediencia lo hacía un
buen niño. Desde muy temprano ardía en él la llama del amor y devoción al Señor. Innumerables
veces se le hallaba en actitud extática, en una adoración invisible que dejaba preocupados y
sorprendidos a sus íntimos, puesto que era demasiado temprano para demostrar tamaña fe y ardor
religioso por Jehová. Esas actitudes loables en los adultos, se volvían motivos de censuras y hasta de
ironías por parte de sus familiares y amigos.
Al completar los siete años, sus familiares vivían afligidos y una extraña melancolía los
embargaba, pues algo se estaba revelando dentro de él que le anulaba la alegría. Era el período en
que el cuerpo astralino se ajustaba al organismo físico, consolidándose al doble etérico formado por
el éter físico de la tierra. Desde allí hacia adelante, como sucede con todos los niños después de los
siete años, Jesús pasaba a disponer de su "vehículo emocional", que lo haría vibrar con cierta
intensidad en el escenario del mundo. Además, es común decir que las criaturas son inocentes hasta
los siete años, porque la voz popular presiente que el espíritu encarnado todavía no cuenta con el
vehículo emocional para expresar sus emociones bajo el control espiritual. Hasta esa edad domina
apenas el instinto y los ancestrales hereditarios, ajenos a la dirección espiritual.
Conforme al cientificismo cósmico y a la ley que lo rige, desde esa edad, Jesús comenzó a
consolidar con más fuerza su conciencia humana, mientras su Ego Sideral ejercía mayor fuerza sobre
los fenómenos de la materia. Su raciocinio se desenvolvía rápidamente y las preocupaciones
prematuras le sustituían poco a poco, su espontánea alegría por un halo de melancolía y tristeza.
Aunque era bastante pequeño, ya se hallaba imbuido en las inquietudes y problemas propios de los
adultos y su preocupación era solucionar las vicisitudes de la humanidad que se demostraba tan
confusa. La idea más simple sufría un riguroso análisis y le provocaba serias reflexiones, siempre que
estuviera en juego la ventura ajena.
Por eso, los viejos rabíes de la Sinagoga acostumbraban a decir, moviendo la cabeza con aire de
censura: "Son ideas inapropiadas para un niño de su edad".
Pregunta: ¿Jesús cursó en alguna escuela primaria común o hizo estudios particulares?
Ramatís: Las posibilidades de la familia sólo le permitían hacer el curso primario para adquirir el
conocimiento sobre las cosas elementales. Dejó de estudiar ni bien aprendió a leer, cantar los salmos
y los largos recitativos en el ambiente severo de la Sinagoga de Nazaret, lo que era menos propicio
para los niños de cierta pobreza y oportunidad educativa.
Indudablemente, Jesús era un niño de inteligencia muy avanzada para la época, pues sus
conceptos y aforismos de elevada ética espiritual, no sólo sorprendían, sino que escandalizaban a
muchos adultos que no podían aquilatar la realidad del padrón de esa vida angélica. Su carácter
rector trasbordaba más allá de los límites trazados por el sentido general de los judíos de la época,
especialmente, cuando defendía conceptos de justicia, desinterés y dignidad, que llegaba a ponerse
extraño y confuso ante el entendimiento de su pueblo. Llegaba a despertar censuras por parte de sus
familiares, o sufría severas advertencias de los más viejos, y consejos temerosos de los más púdicos.
Su fuerza de liberación era asombrosa, su alma no resistía mucho tiempo el trato demorado con
las cosas prosaicas del mundo, aunque sabía dar valor a todo lo que era manifestación de vida, cuyo
gusto e interés le delineó el derrotero futuro de las maravillosas parábolas, extraídas de la naturaleza
y de su observación inteligente. Era incapaz de revelar la índole del relojero, que puede trabajar horas
y horas en la máquina de un reloj, o entregarse a la investigación del laboratorio que lleva casi una
vida estudiando e investigando el mundo invisible de los microbios. A los 10 años, Jesús visualizaba
todos los acontecimientos, las cosas y los ideales humanos en forma panorámica, pues su espíritu
volvía fácilmente al pasado como se proyectaba rápidamente hacia el futuro. Aquella gente se
sorprendía, pues eran simples, iletrados y vivían apegados a un círculo de preconceptos
esclavizadores y fanáticos a la religión tradicional.
El niño Jesús tenía dificultades para estudiar en la forma común de los alumnos que aceptan sin
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