Eso explica, que cuando más delicado es el ser, tanto más se afecta por la hostilidad del medio
donde habita. El picaflor sucumbe ante el charco lodoso, mientras el sapo canta de júbilo.
El niño de pecho nada sabe del mal, sin embargo, los malos fluidos de la envidia y de los celos
proyectados sobre su tierna organización carnal le produce serios males, que obligará más tarde a la
madrecita a requerir los bendecimientos de la vecina experimentada. Además, ninguno se basta por
sí mismo, ni el mismo Jesús, pues «u vida es el fruto del intercambio constante de las energías
creadoras que vibran en su plano correspondiente; cuando son hostiles, hieren a cualquier espíritu
sumergido en la carne. A sí mismo sólo se basta Dios, que es el Padre, el Señor de la Vida. Las
relaciones entre los seres, sean virtuosos o pecadores, son caminos de experimentación de la propia
Vida, que tanto educa a los ignorantes como redime a los pecadores.
Cuando la Pedagogía Sideral advierte que el espíritu sublime sólo atrae buenos fluidos y el alma
delincuente sufre por la carga nefasta que recepciona sobre sí misma, por eso, no quiere decir que
dejen de ser blancos de los maleficios de la envidia, celos o mala fe de los humanos. El ángel de la
guarda del católico, ¿no es el símbolo de la protección espiritual superior y necesaria a todas las
personas buenas? El pseudo Diablo de la Mitología que señala simbólicamente las falanges de
espíritus malignos, no se conforma con arrebatar almas hacia su reino de tinieblas; sino, conforme
asegura la Biblia, hace todo lo posible para tentar a los buenos y también lo intentó con el mismo
Jesús
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. El ángel, por lo tanto, es el ser más observado por aquellos que tienen las cualidades de la
malicia, crueldad, envidia, celos, sin contar aquellos que son esclavos a la vida animalizada en el
mundo de los humanos.
El niño Jesús era un ángel, una flor exquisita de los cielos que debía sobrevivir en el agua
contaminada del mundo humano, sufriendo la opresión de la carne que le servía de instrumento para
cumplir con su excelsa misión en favor del mismo hombre que lo hostilizaba. Los seres que dirigían
las huestes de las tinieblas vigilaban a Jesús constantemente para poder atacarlo y destrozar su
delicadísima red neurocerebral, a fin de lesionarlo en su contacto con la materia, cosa que era
impedida por sus fieles amigos desencarnados. Jamás, ya sea en el cielo o en la tierra, ninguno pudo
lesionar la contextura espiritual de Jesús a causa de su integridad sideral, pero no era imposible
alcanzarle su cuerpo carnal.
No hay dudas, que los buenos atraen buenos fluidos, y por encima de todo, merecen la
protección de los buenos espíritus, pero es conveniente meditar, que si confiamos en eso, tampoco
estamos exceptuados de la agresividad de los espíritus maléficos que no se conforman con las
derrotas espirituales.
Pregunta: Creemos que esa protección extraordinaria y poderosa sobre Jesús, debería
extenderse a todas las personas buenas y por lógica, quedarían definitivamente liberadas de los
ataques del mundo oculto. ¿No es verdad?
Ramatís: Sin duda; eso es racional y también justo; pero, lo esencial es que esas criaturas hagan
todo lo posible para ser merecedoras de esa protección superior, tal como la merecía Jesús.
Pregunta: ¿Cuáles fueron las reacciones más comunes de Jesús, durante su niñez?
Ramatís: Hasta los siete años, como sucede con todos los niños en la vida material,
predominaban los ascendientes biológicos heredados de sus padres. En esa época, procedía
estimulado por el instinto hereditario de la ancestralidad carnal, mientras su espíritu despertaba
paulatinamente hasta poder dirigir el cuerpo emocional o astralino, que es revelador oculto de las
emociones humanas. Físicamente, Jesús era un niño sonrosado, ágil y flexible, como el junco verde
que se agita a la más leve brisa; corría por los campos, rodaba por las colinas mezclándose a las
cabrioladas de los corderos y cabritos que parecían entenderlo y gustar de su risa agradable y de su
mansedumbre incomún. Había un halo de pureza y lealtad en todo lo que hacía; y muchas veces, las
personas bastante envejecidas, le observaban la agudeza mental, el sentimiento superior y la
simplicidad fraterna en su forma de brincar y vivir. Esas mismas personas, insistentemente decían
que la madre del niño tenía bastante mala suerte, y agregaban: "Este niño no es cría, pues nació
antes de la época".
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Mateo, IV, vers. 1 al 11.
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