adyacentes, pues se enseñaba en las casas, en las calles y en las sinagogas. Sin embargo, la
enseñanza se particularizaba por una imposición religiosa, pues tanto los niños como los adultos, ni
bien aprendían a leer se dedicaban a interpretar todo lo que les imponía la religión judaica. Eran
estudios del culto, de las concepciones religiosas respecto a las profecías y a los salmos, que
transformaban a cada alfabetizado en un nuevo cooperador intelectual y personal para el Templo.
También existían establecimientos superiores, como las escuelas para los rabinos, en su mayoría
afiliadas a la Escuela de Hilel, preferida por los fariseos, que enseñaban botánica, medicina,
agricultura, higiene, derecho, arquitectura, etc. Las mujeres, fuera del conocimiento primario que
obedecía a un principio razonable, no tenían acceso a la cultura general. María era muy considerada
en Nazaret por sus eximios bordados, costuras, tejidos de tapetes de lana y cuerdas, cuyo oficio
aprendió durante su estadía entre las vírgenes de Sión, en el Templo de Jerusalén. Ella aprovechaba
todos los momentos disponibles para contribuir con sus prendas y confecciones en el mantenimiento
de la familia, que era bastante precario en base al trabajo modesto de José, en el taller de carpintería.
Era una mujer modesta y amorosa, un ángel exilado en la tierra, pero le faltaban conocimientos sobre
psicología humana. María vivía inmediatamente las reacciones emotivas sin las complejidades del
intelecto. Era muy dedicada al prójimo, como la fuente de agua que se renueva constantemente a
medida que la usan; o como la rosa que esparce incondicionalmente su perfume; ella jamás se pre-
ocupaba en saber, cuál era el mecanismo que utilizaba la naturaleza para dar tantas especies florales
y de fragancia tan exquisita.
Pregunta: Queréis decir que debido a su temperamento bondadoso, María podía vivir alejada de
los conflictos tan comunes entre los vecinos, y además se inmunizaba respecto a los problemas senti-
mentales de la familia. ¿Hemos interpretado bien vuestro decir?
Ramatís: Si el amor ofrecido por una sola persona fuera lo suficiente para eliminar las
manifestaciones agresivas o desagradables del mundo primario, como es la tierra, es evidente que
Jesús no hubiera 'sido crucificado, sino consagrado en forma entusiasta por sus contemporáneos. Lo
mismo sucedía con María, pues aunque su amor intenso, incondicional y puro alcanzaba a toda la
familia, amigos, vecinos y hasta los extraños, sin embargo, no pudo librarse de cierta envidia, intriga,
mezquindad y celos de algunas almas de quilate inferior, que también vivían en aquel mundículo de
Nazaret.
Es cierto que en las inmediaciones de su hogar vivía el pueblo Nazareno, tradicionalmente
hospitalario, religioso y servicial; pero ese oro del alma todavía se hallaba impregnado del lastre
inferior de las pasiones e intereses mezquinos del mundo. La concupiscencia envidia, falsedad y
avaricia, como las murmuraciones malévolas tendían sus tentáculos tratando de perturbar la paz del
tranquilo hogar de María y José. Eso los obligaba a mantener estoica renuncia y abdicación del amor
propio, amenizando las intrigas de la venganza, inquieta y perspicaz. Sólo la ternura, la humildad, el
amor y la paciencia de María pudieron transformar la intriga y la habladuría tempestuosa de algunos,
en la brisa inofensiva de la cordialidad. Su sonrisa angélica deshacía los resentimientos y ablandaba
los corazones tiránicos. Eludía con tal dulzura los enredos generados por la envidia y los celos, que
daban en el vacío aquellos que intentaban introducir una cuña en su hogar.
Galilea no era un mundo de personas santificadas, por el sólo hecho de que viviera Jesús, el
Mesías, pues no es el tipo de raza, latitud geográfica o la tradición histórica de un pueblo lo que im-
prime en el alma humana el sello de la espiritualidad. Eso es obra de la transformación, de apurar los
sentimientos y de la madurez espiritual efectuada en lo íntimo del alma, ajeno al medio ambiente
donde se halla reencarnada. El alma vil e inferior puede ser oriunda de la China, de Polonia, Egipto o
de la India. El pueblo judío en aquella época, además de sus virtudes tradicionales y de la fe religiosa,
era cupido, fanático, avaro y tumultuoso. A veces, el animal o el ave inocente pagaba con la vida la
discusión violenta que suscitaba, puesto que en su irracionalidad violaba la marca prefijada entre dos
fincas linderas. Otras veces, las peleas entre los niños asumían tal dramaticidad que movilizaba a los
padres, los cuales acometían con insultos e imprecaciones en defensa de la tradición y de los
preconceptos de la familia. Exactamente igual a lo que sucede hoy en las calles de las ciudades, que
por motivos sin importancia, terminan en violentas riñas.
Felizmente, José, aunque era un hombre severo e intransigente sabía amainar esas tempestades
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