podéis siquiera tener una pálida idea, sobre aquello que llamamos las fronteras vibratorias que
separan y disciplinan las variadas manifestaciones de la vida cósmica. Es muy grande la distancia o
separación que existe entre un ángel y un hombre. Y, Jesús, siendo la más elevada entidad espiritual
encarnado por su voluntad en la tierra, movilizó todos los recursos a su alcance para ejecutar
fielmente el Divino Mandato de su tarea mesiánica.
Ante la imposibilidad de elevar el padrón vibratorio de los planos que existen entre la tierra y el
cielo, el único recurso viable del cientificismo cósmico consistía en el "auto reducción" de los
vehículos que debería incorporar gradualmente como verdaderos eslabones subangélicos hasta
alcanzar la carne.
El buzo, aunque descienda hasta el fondo del mar y no pierda su conciencia, queda circunscrito a
la movilidad del medio líquido, reduciéndole su medio natural y capacidad de acción. Tal descenso
exige una técnica especial y una previa adaptación a las leyes naturales del plano acuático en que
debe actuar.
Jesús, cual golondrina debatiéndose en el agua viscosa de un lago, se dejó sumergir en el "mar"
de la vida humana, ajustándose heroicamente a las contingencias sombrías del planeta. Si hubiera
podido fijarse instantáneamente en el cuerpo físico, en vez de cumplir con el período de la gestación,
sería lo mismo, que ¡aprisionar un rayo de Sol en una simple vasija de barro!
El Mesías, cuya aura era un inmenso haz de luz que envolvía a la tierra —donde su
transfiguración en el Monte Tabor nos da una pálida idea— tuvo que trasponer las densas barreras
fluídicas y enfrentar terribles bombardeos mentales y satánicos, soportando loa efectos de la viscosa
nube magnética del astral inferior que intentaba envolverle su aura espiritual. Vapores sádicos le
alcanzaron el campo emotivo angélico en el torbellino de los arrasantes vendavales, que eran
producidos por las pasiones tóxicas de la humanidad, todavía dominada por los instintos
animalizados.
En sentido inverso, después del sacrificio en el Calvario, su retorno al mundo celestial fue un
desahogo, la liberación de los fluidos groseros que lo retenían en la tierra.
Si Jesús no hubiera soportado sufrimientos acerbos en su descenso hacia la materia, es obvio,
que habría sido insensible a las reacciones contundentes de la vida carnal y no hubiera sufrido du-
rante su existencia mesiánica. El alma sublime, a medida que ingresa en los fluidos groseros de los
mundos materiales —para vivir y manifestarse— también recibe los impactos, los efectos y las
reacciones propias del ambiente hostil, pues no puede eximirse de la acción y reacción de las leyes
físicas creadas por Dios en la dinámica de los mundos materiales.
La incredulidad de los espiritas y sus dudas se debe porque el esfuerzo del auto reducción de
Jesús duró 1000 años para bajar a la tierra, cosa que impresiona mucho a los humanos. Un milenio
del calendario humano, que espanta a la mente del hombre, se debe a la insignificancia de su período
de vida, que es de 60 u 80 años de edad. Para quienes coordinan su existencia contando esas hojitas
humanas, es demasiado extenso e inverosímil que Jesús haya invertido mil años para el descenso
vibratorio y vivir apenas 33 años en la superficie del mundo terreno. Esa medida milenaria, que
produce tanta impresión en el cerebro del hombre, no pasa de un fugaz minuto en el reloj de la
Eternidad, pues los espíritus viven fuera del espacio y el tiempo de las convenciones terrenales. El
descenso milenario de Jesús fue una simple etapa, prevista por la Técnica Sideral, debiendo el
Mesías reducir su poder y conciencia angélica por amor a la humanidad, a fin de comparecer a la
"escuela primaría" y entregar el mensaje salvador. Su peregrinación desde el Cielo hacia la tierra le
resultó muy dolorosa y sacrificial, recordándonos al príncipe que deja su palacio para descender a los
charcos donde viven los leprosos, réprobos y cancerosos, junto a los cuales no se puede dejar de
aspirar su atmósfera asfixiante, ni tampoco evitar las rasgaduras de su hermoso vestido. Conforme a
un viejo proverbio popular, se «justa lo dicho anteriormente: "en medio de las espinas se destroza con
más facilidad el traje de seda, que el protector de cuero".
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Ver las siguientes obras que tratan el asunto citado: Los Chakras, El Cuerpo Astral, El Cuerpo Mental y el Doble
Etérico de Powell, obras editadas en castellano por la Librería Kier S.A. También trata específicamente este tema la obra de
Ramatís Esclarecimientos del Más Allá, edición en castellano, edición Kier S.A.
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