En consecuencia, Jesús de Nazareth no era más que un judío rebelde que tanto merecía los
azotes como la crucifixión, aunque no hubiera enfrentado al astuto Clero Judío. Si Pilatos hubiera
reconocido la inocencia de Jesús y fuera sincero en sus palabras, por lo menos le hubiera librado de
la flagelación y recomendado la "bebida de la muerte", para luego crucificarlo
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La "bebida de la muerte" sólo era suministrada por autorización superior a ciertos condenados a la crucifixión, que
entonces gozaban de alguna consideración entre los romanas, o tenían amigos que podían influir para solicitar ese recurso
de muerte piadosa. Se trataba de una bebida hecha de un vino agrio, mirra y algunas sustancias extraídas de un cardo
venenoso de la India, que liquidaba al condenado en el plazo de una a dos horas después de la crucifixión, liberándolo de
los atroces padecimientos que podían prolongarse durante días y noches.
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