a las nueve de la mañana, mientras sus asesores civiles elaboraban todo lo perteneciente al juicio,
inclusive su sentencia, cosa que completaba Pilatos en la antesala que terminaba en una especie de
plataforma, donde era costumbre poner en conocimiento del pueblo los edictos del César.
Jesús fue llevado a esa antesala custodiado por dos esbirros del Sanedrín, mientras se le
comunicaba a Pilatos que era un prisionero que había sido juzgado y condenado por el Tribunal
Sagrado, bajo la particular recomendación del Sumo Sacerdote para que fuera interrogado
inmediatamente. El Procurador al ver un hombre tan pálido, febril y abatido se sorprendió
sobremanera, debiendo imponerse de todos los cargos que se le imputaban y que su mirar astuto no
descubría aparentemente la urgencia y fundamento legal del asunto. Esperaba enfrentarse con un
hombre grosero, bruto y muy temido en vez de una persona humillada, de aspecto delicado y
tambaleante de debilidad, como era el estado personal de Jesús. Probablemente su estado era la
consecuencia de los excesivos interrogatorios y del insomnio pasado; pues costaba mucho reconocer
debajo de esa apariencia inofensiva y atribulada, al Galileo fanático y peligroso que las pruebas
presentaban. Su deber era hacer cumplir la Ley contra los infractores y mantener la armonía en las
relaciones entre los hebreos y romanos, que comúnmente se friccionaban. Convenía también, prestar
algunos favores al Sumo Sacerdote para que luego llegaran los informes favorables a Roma, pues
aunque eso lo irritaba, su prestigio administrativo y seguridad en Judea dependía de la opinión del
pueblo judío.
Pilatos, guardaba en lo íntimo sus resentimientos contra los astutos zorros del templo (así
acostumbraba a llamarlos) y se encolerizaba cuando le imponían condiciones o pareceres, como el
caso que nuevamente le estaban presentando.
Pregunta: ¿Nos podéis decir, cómo juzgó Pilatos al Maestro Jesús?
Ramatís: Poncio Pilatos se dirigió al emisario jefe del Sanedrín que condujo a Jesús hasta la
plataforma del pretorio, el que hacía de relator y al mismo tiempo de promotor, hábilmente instruido
por Hanan y Caifás al cual le preguntó:
— ¿Por qué causa fue juzgado este hombre ante el Sanedrín?
El agente religioso le entregó las pruebas acusatorias y agregó sin ocultar su arrogancia:
—Jesús de Nazareth, rabino Galileo fue considerado culpable por unanimidad por la pequeña
corte de los jueces del Sanedrín; mas no tiene un sólo testimonio a su favor que le permita solicitar su
apelación; además no puede discutirse el caso por el Gran Consejo por haber sido condenado por
votación unánime.
Pilatos miraba fijamente al emisario del Sumo Sacerdote de Jerusalén, que no pestañeó ante su
mirar inquisidor. Después leyó la pieza acusatoria que decía: "Jesús de Nazareth, rabino Galileo, se-
ductor, enemigo de la Ley, falso rey de Israel, herético Hijo de Dios, Mesías impostor, explotador de
viudas y huérfanos, fascinador de doncellas, agitador y depredador del templo, enemigo de las devo-
ciones mosaicas, ha sido juzgado y encontrado culpable por unanimidad en esta corte en juicio de
emergencia".
—¿Qué sentencia le impuso el Sagrado Tribunal?—, preguntó Pílalos, aunque ya sabía con
anticipación de todas las acusaciones hechas en su contra, inclusive de la declaración de Judas, que
también a él lo convenció de las intenciones subversivas del movimiento cristiano.
—Conforme a la Ley del Sagrado Tribunal, sólo hoy a la tarde, el culpable podrá ser
sentenciado—, añadió el agente de Caifás. Y en un tono de gran énfasis exclamó:
—Jesús de Nazareth no sólo hirió al poder divino, sino que comprometió el orden público. Ya fue
juzgado por el derecho sagrado, que está por arriba de las competencias humanas, pues ahora se
halla delante del juicio representativo del Emperador Tiberio, que ha de juzgarlo como crimen civil de
lesa-patria y subversión.
Y, antes que Pilatos interrumpiera esa arenga impertinente y provocativa que el Sumo Sacerdote
le imponía casi obligatoriamente, pero sin contrariarlo; el emisario prosiguió con tono indagador y sin
disfrazar el aire desafiante que lo animaba:
—Jesús de Nazareth, desmoralizador del derecho sagrado, será lapidado como impío y
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