Galilea; distribuyeron bolsas de monedas a sus agentes mercenarios y transformaron el incidente del
templo en una grave sublevación, que posteriormente causó perjuicios al tesoro del templo a fin de
sobornar y obtener falsos testimonios y delaciones comprometedoras; compraron los sirvientes de las
familias de los jueces del Sanedrín, haciéndoles diseminar noticias tendenciosas contra el rabí Galileo
y que por otra parte, involucraba la decisión de ellos mismos cuando fueran llamados a declarar.
Auscultaron la tendencia u opinión personal de cada juez, y una vez asegurado el éxito, armaron el
espectáculo pomposo para juzgar a Jesús "pro forma" para satisfacer las apariencias dignas y
respetables de la Ley.
Pregunta: En realidad, ¿cuál fue la verdadera situación del juicio a Jesús, comparándolo con los
relatos de los evangelistas?
Ramatís: En verdad, no sucedieron aquellas escenas degradantes para un Tribunal de tan
elevada dignidad y respeto como era el Sanedrín, que además de ser una corte con funciones
legislativas, influía en todas las actividades de los hebreos como un cerebro coordinador entre la
religión, la educación, las relaciones públicas y el gobierno. Sus miembros eran escogidos entre los
principales partidos políticos, las mejores familias y academias religiosas; debían ser hombres sin
vicios, íntegros y de un pasado respetuoso, como diestros lingüistas y de esmerada cultura. Pero, el
astuto Hanan y su yerno Caifás, sin romper el barniz que cubre a los hombres puros y dignos,
consiguió su cometido al permitir que aquellos jueces juzgaran sin conocer la infamante injusticia que
él había urdido tan delicadamente contra el acusado. Jesús fue juzgado en medio de un clima de
respeto y rectitud, pues fuera de algunas expresiones airadas de algunos jueces nuevos, que
protestaban por su silencio, no le negaron los recursos de la defensa.
No fueron los jueces del Sanedrín los que condenaron al Jesús inocente de los crímenes que le
imputaban, -sino la gran cantidad de pruebas que el Sumo Sacerdote consiguió para convencer a la
corte. Convencidos que el Sanedrín condenaría a Jesús a causa del sumario enorme que se había
elaborado, Nicodemos y José de Arimatea, que habían sido sustituidos a última hora, intentaron
conseguir una audiencia con Pilatos el jueves por la noche, haciéndole extremadas solicitaciones
para que interviniera en aquel enjuiciamiento, que ellos consideraban desfavorable para el acusado.
Pero, el Procurador de Roma, jamás colocaba los pedidos ajenos sobre sus intereses, alegó que no
podía influir en los negocios religiosos del Clero Judío, y hacía votos para que tales cosas se
resolvieran satisfactoriamente sin su interferencia. No quería comprometer las relaciones algo tirantes
entre romanos y judíos, y dejó el asunto, para que lo resolviera el Sumo Sacerdote. Además, las
pruebas contra Jesús eran muy comprometedoras y su situación aún se agravó más en los últimos
momentos, ante la genial estrategia de Caifás presentando la acusación de uno de sus discípulos
íntimos, llamado Judas, hijo de Simón Iscariote. José de Arimathea y Nicodemos quedaron estupe-
factos ante la noticia terrible de la delación de Judas, y regresaron desalentados, reconociendo que la
situación de Jesús comenzaba a empeorar delante del propio Procónsul de Roma.
Pregunta: ¿Podéis describirnos algunos e importantes acontecimientos ocurridos durante el
juzgamiento de Jesús, por la "pequeña corte del Sanedrín?
Ramatís: Delante de la sesión solemne del 'Tribunal Sagrado" y una vez cumplidas todas las
providencias legales y aseguradas las prerrogativas de la defensa y que eran accesibles al reo, Jesús
sería acusado con derecho y justicia, con pruebas, testimonios escritos y verbales, para ser absuelto,
encarcelado o sentenciado a muerte, conforme fueran los votos de culpa, indulgencia o piedad de los
jueces.
En realidad, la corte no estaba muy interesada en juzgar a aquel hombre pálido, febril y
tambaleante, que hicieron sentar en el banco de los reos y que lo hacían levantar, cada vez que le
dirigían la palabra. La noche estaba calurosa y sofocante y aquellos jueces habían dejado sus camas
para atender la convocación de «emergencia» del Sumo Sacerdote, cuyo poder y prestigio no
convenía enfrentar. Caifás ostentando pomposamente los vestidos sacerdotales, propios de la ele-
vada función que ocupaba, se había sentado en el centro del espacio semicircular, hacia donde
convergían ambas bancadas de los jueces. Bajo el traje de seda azul claro, se veía la túnica de lino
blanco, atada a la cintura por un cinto color rojizo escarlata y adornado por botones resplandecientes
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