inmediata.
Cuando Jesús llegó a la ciudad, delante de la casa del Sumo Sacerdote, apenas Tiago, hermano
de Juan, Tomás, Tadeo y Mateo, se mantuvieron a regular distancia, mientras el resto de los aterrori-
zados apóstoles regresaron a Gethsemaní o se dispersaron por los caminos. Pedro salió corriendo en
busca de José de Arimathea para solicitarle ayuda e imponerle de la novedad.
Pregunta: ¿Judas se hallaba presente cuando detuvieron a Jesús?
Ramatís: Judas no regresó jamás a Gethsemaní, ni tuvo coraje para enfrentar a su Maestro, pues
ya había cooperado para su detención, aunque su traición no tiene ninguna relación conforme narran
los evangelistas. Después del fracaso de la marcha a Jerusalén, donde él fue uno de los más
entusiastas organizadores, se alió estúpidamente a los esbirros del Sanedrín que estaban
estratégicamente distribuidos para fomentar la caída de Jesús, y aun después, siguió cultivando sus
amistades a fin de dar cuerpo a las bases del movimiento cristiano. El Sumo Sacerdote conocía todos
los pasos de Judas y lo alentaba en sus ingenuas pretensiones. Por eso, Judas tenía un "pase libre"
del Sanedrín para transitar por Jerusalén sin que fuera incomodado, hecho éste, que hacía tiempo
había sembrado la desconfianza entre los apóstoles, pues ellos no se atrevían a caminar por las
calles por temor a ser detenidos. Algunos discípulos habían sido calmados por Jesús cuando tomaron
la iniciativa de indagar a Judas sobre su libertad de acción y de las extrañas y frecuentes salidas.
El día jueves por la mañana, Judas recibió una amable invitación del Sacerdote Esdras para
comparecer a la casa de Caifás para que le hiciera el favor sobre algunos esclarecimientos. Adorador
incondicional de los poderosos y sintiéndose lisonjeado por esa deferencia del Sumo Sacerdote, que
mucho satisfacía su vanidad, se apresuró para atender la privilegiada invitación. Cuando penetró en
el gran salón, donde sería juzgado Jesús por la noche, le extraña que además de Hanan y Caifás
estuvieran presentes todos los sacerdotes y algunos parientes más, los que se miraron con cierta
inteligencia al entrar éste. Fue invitado a sentarse y el viejo Hanan, el Sumo Sacerdote, pero cerebro
de todas las tramas sacerdotales, sin muchos rodeos historió a Judas la situación irremediable de
Jesús y le mostró la orden de arresto expedida por el Sanedrín que sólo dependía del visto bueno de
las autoridades romanas, como era normal en esos casos. En seguida le insinuaron que los
implicados con el rabino de Galilea también podían ser crucificados por la ley romana como
sediciosos, sin escaparle a Judas el tono de advertencia, que también lo incluía a él. Judas se mostró'
inquieto, atemorizado y nervioso, como era propio de su temperamento, y comenzó a perder su
control emotivo ante aquella sugestiva orden de arresto, casi general. Entonces fue invitado a decir
todo lo que sabía sobre Jesús desde el comienzo de sus pregonaciones en Galilea y su influencia
sobre el pueblo, el contacto con los paganos, la marcha sobre Jerusalén, la infundada tentativa de
depredaciones en el templo, y principalmente, su animosidad contra los sacerdotes jerusalemitas.
En seguida Hanan ofreció a Judas los medios para salir de Judea, además de las provisiones y
una pequeña fortuna, y la debida protección hasta la frontera de Egipto, siempre que satisficiera todos
los pasos a. seguir en la investigación de rutina. Al principio, el infeliz apóstol se negó y trató de
escapar a cualquier respuesta que cor»-prometiera a Jesús; pero su temperamento incontrolable,
pusilánime y de poca resistencia moral lo abatieron. Acosado por todos los lados y bajo el torbellino
de Preguntas capciosas de los miembros de la familia de Hanan, descubierto en contradicciones
peligrosas y traicionándose cada vez más delante de aquellos hombres sabios e inteligentes, astutos
e implacables en sus designios, Judas perdió terreno fácilmente. En fin, aterrado por las amenazas
de inmediata lapidación como profanador y perjuro, dio valiosos y comprometedores datos, que aun
siendo falsos sobre la verdad, pero forjados por aquellos hombres vengativos, se transformó en el
medio acusatorio más eficiente para eliminar al generoso rabí de Galilea. Más tarde, la confesión de
Judas impresionó y convenció a los jueces del Sanedrín y hasta sorprendió al mismo Pilatos.
Rápidamente, el Sumo Sacerdote ordenó a un ayudante que le diera a Judas una bolsa de monedas,
capciosamente ofrecida como premio por su '"testimonio" de libre y espontánea voluntad, entregada a
la justicia del Sanedrín. Judas, pálido, de ojos febriles y terriblemente angustiado por las acusaciones
que comenzaba a remorderle la conciencia, miró a esas personas astutas, que no dejaban de
despreciarlo por su delación. Y casi inconsciente de lo que hacía, tomó la bolsa de dinero, pero con
gesto de alucinado y con un desgarrador grito la arrojó a los pies del esbirro, huyendo
locamente
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