obstinada en defensa y pregonación del Evangelio, aunque tal cometido lo llevó a perder su propia
vida. Después de su muerte el dolor y el recuerdo se manifestó vivísimamente en sus fieles amigos,
haciéndoles sentir y comprender, la pureza, la fidelidad y el amor que el Maestro poseía como Cor-
dero de Dios.
Pregunta: Algunos estudiosos dicen que Jesús era un socialista avanzado para la época. ¿Cuál
es vuestra opinión?
Ramatís: El socialismo pregonado por Jesús era una manifestación del interior hacia el exterior,
enseñando que los bienes materiales son los medios y no los fines para el alma, que permite a los
hombres no ser avaros, más cuerdos y comprensivos, agrupándose para vivir pacífica y
fraternalmente. Mientras tanto, el socialismo político, aunque intente distribuir equitativamente los
bienes del mundo, se originó por las condiciones impuestas a través del poder estatal, o bien por las
tiranías. El primero de los casos, es el fruto de una abdicación espontánea donde el hombre usa los
bienes materiales para renovar las lecciones del espíritu eterno; en el segundo, es la consecuencia
de una imposición que no siempre da al hombre la conformidad espiritual.
Es vano intentar confundir el verdadero sentido espiritual del Cristianismo con ciertas doctrinas
modernas, todavía inmaduras en sus ensayos sociales. El cristianismo no desea, ni hace negocios
con cualquier movimiento político del mundo, pues desde un comienzo renunció a su propia vida.
Pregunta: ¿Qué perjuicio causó Jesús al sacerdocio organizado, para que llegaran a crucificarlo
en el Gólgota?
Ramatís: Lo que Jesús pregonaba en aquella época podía juzgarse como sedición, pues a pesar
de su tolerancia y pacifismo, hería a fondo el modo de vida de los hombres que dominaban la política,
que controlaban las finanzas o vivían nababescamente de la especulación religiosa sobre el pueblo
tonto. No había dudas sobre la objetividad del mensaje cristiano; el osado profeta de Nazareth
censuraba a los hartos y displicentes, como a los que tenían grandes ganancias, en fin, a los
vampiros de las miserias humanas, propio de todos los tiempos. Era un rabino que producía
perjuicios a los ricos del mundo, pregonaba la reforma religiosa y condenaba las ofrendas dedicadas
a Jehová. Como jefe de los galileos harapientos pretendía imponer un "Reino de Dios" para los
afligidos, enfermos y desheredados que sufrían la explotación de los astutos y afortunados. Poco a
poco se les iba a reducir la entrada habitual de dinero en el templo, una vez que los fieles y creyentes
sugestionados por sus pregonaciones, terminarían por aceptar que se debe "amar a Jehová apenas
en espíritu".
Jesús en aquella época era considerado como un hombre muy peligroso, que intentaba igualar la
condición de los hombres, nivelar las fortunas y reducir los poderes del mundo, y además pregonaba
el amor entre el enemigo y el verdugo. Era un poderoso líder, excéntrico y al mismo tiempo humilde,
catalizaba a los oyentes por sus planes valerosos, pregonando la reforma del mundo material," pero
enseguida advertía que su "reino no era de este mundo". Como hombre era inteligente, hábil
psicólogo y orador elocuente, no hacía pactos con los poderosos del mundo; censuraba el pecado,
pero perdonaba al pecador, revolucionaba a las masas contra la explotación de las ganancias
humanas, pero prohibía cualquier violencia, venganza o derramamiento de sangre. En fin, los
sacerdotes pensaban, ¿a dónde piensa llegar ese hombre que pregonaba y captaba la simpatía de
las multitudes y lo seguían a todas partes? ¿Qué pretendía al tratar de anular las tradiciones
conservadoras del mundo?
La verdad es que, cuando el cuerpo de Jesús se estremeció en la cruz, algunas cortinas de seda
se cerraron apresuradamente, pues el drama del Calvario había sido planeado sobre la lujosa mesa y
ante el ruido de las finas copas de cristal. Jesús, hombre peligroso y portador de ideas avanzadas,
había sido eliminado de la faz terrestre, cuya presencia física era perjudicial para todos los grandes
del mundo. Muchos hombres se vendieron bajo el peso del oro para comprometer al manso rabino
ante las severas leyes de los romanos, la clave de la muerte fue preparada a toda prisa para
presentarla y gritar delante del pretorio; "crucificadle", "crucificadle". Muchos de los pusilánimes
adeptos que lo habían acompañado en la marcha hacia Jerusalén, y ante el temor a los romanos, se
mostraban partidarios para que el Maestro fuera crucificado a fin de eliminar la culpa que sobre ellos
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