No fue difícil comprobar a Jesús y sus discípulos, que los galileos huían de Jerusalén
apresuradamente ni bien comenzaron a circular noticias comprometedoras desde el día lunes.
Retornaban para sus tierras y ciudades por temor a la ira de los sacerdotes y romanos. Los que
todavía se encontraban en la ciudad estaban aterrorizados y no se animaban a enfrentar a los
mastines del Sanedrín o a loa soldados apostados a las puertas de Jerusalén; otros habían sido apre-
sados cuando intentaban pasar desapercibidos por la puerta del Estiércol, en la parte baja de la
ciudad, costeando el río Siloé, disfrazados entre los mendigos y leprosos que se agrupaban en ese
lugar.
Los apóstoles también se asustaron y sugirieron al Maestro que retornara rápidamente a Galilea,
antes de que fuera imposible. Jesús miró a sus queridos amigos y les pulsó el miedo y la angustia de
sus corazones, eran hombres simples, buenos, rudos pero sinceros. En su compañía había recorrido
toda Galilea en afectuosa amistad, visitando Tiro y Sidón, creando raíces de profundo afecto en su
corazón. Ellos se encontraban delante del Maestro terriblemente frustrados como si fueran criaturitas
que les descubren en sus travesuras. Los apóstoles, le hacían a Jesús las Preguntas más insólitas y
de carácter doloroso. ¿Por qué no les explicaba la razón del fracaso del movimiento en Jerusalén, o
la inesperada y sorprendente manifestación, contraria al recibimiento, que en un momento dado
parecía tan glorioso? ¿Sería Jesús verdaderamente el Mesías predicho hace siglos por Isaías y
Micheas? Judas trataba de justificar su disposición insurrecta en sus reflexiones: "¿No era Jesús un
rebelde en potencia, un ser que demolía costumbres, tradiciones religiosas e instituciones
tradicionales?" A su lado, estaba Felipe y Tomás qué coincidían con su forma de pensar: "El Maestro
era un hombre in-común, no había dudas, censuraba el paganismo, condenaba la explotación de los
ricos, la hipocresía de los fariseos, la dureza de corazón de los saduceos, la corrupción de los
sacerdotes jerusalemitas y el rigor de la Ley de Moisés. Pero, era muy difícil de comprenderle ante
algunas paradojas, pues siendo valeroso y enérgico, mandaba a los judíos que amaran y sirvieran a
los soldados romanos; moralmente era bien formado y de conducta intachable, pero desmentía a la
Ley mandando libertar a la mujer adúltera, que merecía ser lapidada". Pedro trataba de recordar
algunos pasajes de las profecías del Viejo Testamento a fin de poder ajustar los actos de Jesús. ¿No
había dicho Isaías: "El Señor enviará al Mesías para reponer todas las cosas en su debido lugar"?
¿Y, por qué todo sucedía en forma tan distinta? ¿Dónde estaban las legiones de ángeles, listos para
intervenir en el momento de la revelación del Hijo de Dios? ¿Por qué Jesús estaba tan dolorido,
lacónico y silencioso en el trayecto festivo, dentro de la ciudad? Pedro, sacudía la cabeza, confuso y
abatido.
El Amado Maestro, apiadado por sus queridos amigos y fieles discípulos, les dijo en tono
compasivo: "No os debéis afligir, porqué el Hijo del hombre cargará con el peso de los dolores que
tengan todos los suyos". Y en un momento de verdadera emotividad, procuró justificarles los
sentimientos que habían decaído, las dudas y emociones contradictorias, agregando: "Herido el
pastor, las ovejas del rebaño se dispersaron"
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. Dejó a sus seguidores y amigos para subir al Monte
de los Olivos, prefiriendo quedar a solas con sus meditaciones.
Pregunta: ¿Cuándo Jesús tuvo la seguridad que sería apresado, y que tampoco podía eludir su
trágico destino?
Ramatís: El miércoles por la mañana, Jeziel y sus dos hijos volvieron apresuradamente de la
ciudad alta, diciéndole a Jesús que debía fugar rápidamente y que contaba con amigos de mucha fi-
delidad, que podían retirarlo de Jerusalén por antiguos y secretos caminos que conocían algunos
ancianos hebreos. Eran portadores de informaciones graves, pues los esbirros del Sanedrín habían
efectuado diversos arrestos de galileos sospechosos de haber participado en la marcha a Jerusalén y
de la subversión en el templo, y que a cambio de su libertad habían falseado las declaraciones en
contra del rabí de Galilea. El último edicto del Sumo Sacerdote exceptuaba de cualquier tipo de culpa
a los participantes de la fracasada intentona en el "Patio de los Gentiles" dirigidos por Jesús,
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Nota del Médium: Tenemos la impresión, que esa expresión de Jesús se ajusta bastante a lo manifestado por Mateo,
Cáp. XXVI, vers. 31, aunque no se encuadre en el orden cronológico de los acontecimientos.
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