Sus ojos son brillantes, claros y serenos. Censura con majestad, exhorta con dulzura y cuando
habla o se mueve, lo hace con elegancia y gravedad.
Nunca se le ha visto reír, pero se le ha visto llorar con frecuencia. Es muy templado, modesto y
juicioso.
Es un hombre, que por su excelente belleza y por sus perfecciones divinas, supera a los hijos de
los hombres."
5
Pregunta: A vuestro juicio, ¿las fuentes no históricas, pero auténticas, son las más exactas para
informar sobre la existencia de Jesús?
Ramatís: Las fuentes más auténticas, no históricas, son las narradas por los cuatro evangelistas,
a pesar de las interpolaciones y de los retoques que sufrieron, inclusive sobre algunas
contradicciones efectuadas por los mismos narradores. Pero la fuente es idónea porque mantiene la
unidad psicológica y los propósitos mesiánicos del espíritu de Jesús. De los cuatro evangelistas, dos
fueron testigos oculares de los acontecimientos descritos, por eso, se mantienen vivos y naturales;
los otros dos interrogaron a los testigos que presenciaron las actividades de Jesús. Superando las
interpolaciones perceptibles, capaz de promover un análisis profundo, los cuatro evangelistas se
muestran imparciales, sencillos y seguros, pues relatan los hechos directamente, sin muchas
divagaciones.
Existen en sus relatos un gran espíritu de honestidad y seguridad respecto a todo lo referido a la
vida de Jesús. Existen algunas diferencias cuando tratan sobre el movimiento de la persona del
Maestro, pero no hay dudas en lo tocante a su existencia real. Otras pruebas o evidencia, son las
cartas o epístolas atribuidas a Pablo, las que tienen la fuerza comunicativa de las actividades
cristianas y transmiten el olor refrescante de la "Buena Nueva" y del "Reino de Dios"
6
.
Evidentemente, los historiadores no se preocuparon en indagar sobre la figura de Jesús, por
encontrarlo como un factor de muy poca importancia en aquella época, dado que era el hijo de un
carpintero, con aire de rabino, que pregonaba una extraña moral en un mundo conturbado por
violentas pasiones y vicios. La historia jamás podría prever que en medio de la comunidad de tantos
rabinos insignificantes de la Palestina, uno de ellos se volvería el líder de millones de criaturas en los
siglos venideros, pregonando únicamente el amor a los enemigos y la renuncia a los bienes del
mundo, a cambios de un hipotético "reino celestial".
Además, Jesús era hijo de Galilea, una tierra de hombres ignorantes y brutos, una colectividad
indigna de figurar en la historia. A pesar de todas esas deficiencias humanas, Jesús se proyectó
mucho más allá de los siglos y fue testificado por todos aquellos que le conocieron, además de sus
discípulos que integraron su vida mesiánica. Ninguno duda de la existencia de Pedro y Pablo de
Tarso, ni de los encuentros entre Pablo con Pedro, Tiago y Juan. Las divergencias y celos que
existían entre esos apóstoles a fin de mostrarse competentes y dignos del Maestro Jesús —ya
desencarnado— llegaron a vuestro siglo sin perder su autenticidad. Pablo se refiere ala última cena
y a la crucifixión de Jesús como si hubiese participado personalmente en esos hechos tan dramáticos
para la humanidad
7
.
Las contradicciones encontradas entre los mismos evangelistas son pequeñeces, puesto que no
modifican la sustancia de los relatos, por lo tanto, Jesús permanece en todas ellas en forma fiel y
coherente. Es inadmisible, que el corto espacio de una generación de hombres ignorantes,
trabajadores e iletrados, pudiesen inventar una personalidad tan viva e inconfundible en su contextura
moral, como fue Jesús. En verdad, la fuerza del Amor y el espíritu de confraternización manifestado
en sus mensajes influyeron sobre millares de criaturas hasta vuestros días, imponiendo la existencia
lógica e indiscutible de Jesús, además de haber sido un hombre de las mismas
5
El retrato de Jesús hecho por Publio Léntulus, fue publicado por la Revista Internacional del Espiritismo y se halla
también, en la introducción de la obra La Vida de Jesús Dictada por Él Mismo.
6
Ver Epístolas a los Romanos, V, vers. 9; Corintios, 1, ver. 23; XIV, vers. 3; Gálatas, vers, 21; Efésios, II, vers. 20 y
21; Timoteo, II, vers. 8.
7
Corintios, XI, vers. 6 y 23; XV, vers. 3 y Gálatas, II, vers. 20.
18