Sentados en sus sillas y cubiertos por improvisados toldos, centenas de judíos hacían público
conocimiento de las cualidades que tenían sus palomas, provenientes de los lugares más atrayentes
de la tierra. Era el atardecer, el Sol ya se ponía en la parte oeste de la ciudad, mientras el fuerte
viento esparcía el aroma de las flores, más Jesús hizo un pronunciado gesto de desagrado al percibir
el olor desagradable de la sangre fresca de los animales sacrificados, que corría a través de surcos
hasta la ciudad baja en dirección al valle de Hinom, para luego juntarse a las aguas del Siloé que
costeaban las murallas y parte del Huerto de los Olivos. A las orillas del río Siloé, en el valle de
Cedrón, una fantasmagórica multitud de pobres, maltrechos y hambrientos, escoria de la ciudad,
luchaban por conseguir algunos restos que sobraban del lavado de los cueros de los animales
sacrificados en el templo.
Jesús estaba abstraído en aquel macabro espectáculo que ofrecía el lujo y la miseria, cuando él y
su grupo de discípulos se dieron cuenta que estaban siendo empujados hacia el patio ti templo, pre-
sionados fuertemente por los que venían a la retaguardia y que descendían por el puente y
atravesaban la plaza, ovacionando la victoria de la primera etapa. El Maestro se dirigió a Pedro, Juan,
Tomás, Felipe y Tiago que estaban a su lado, para combinar sobre la determinación que iban a tomar
desde ese momento, y en ese instante fueron arrollados por la primera avalancha humana, cayendo
sobre las primeras mesas, tiendas, sillas y caballetes que estaban adelante, arrojando al suelo todos
los objetos, monedas, ánforas de perfume, flores y vasos, mientras que centenas de palomas
revoloteaban al romperse las jaulas que las aprisionaban
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. Pasado ese mal momento, los
vendedores y cambistas de monedas se preparaban para abandonar el patio de los Gentiles, pues
comenzaba anochecer; en ese instante se produjo una rápida y violenta reacción junto al Maestro.
Las primeras escenas de pugilato entre los vendedores y los galileos, comenzó cuando los
acompañantes del Maestro trataron de desviarse de la mole humana, pues ésta se dio vuelta y
comenzaron a golpearlos con fragmentos de maderas, cuerdas, bastones y látigos de cuero; Tiago,
Tomás y Pedro consiguieron arrastrar a Jesús afuera del lugar temiendo la ira del pueblo.
Impotente para dominar aquella situación que aun los comprometía más, Jesús accedió a los
ruegos de sus amigos y abandonó e lugar, para esperar a todos sus discípulos en un sitio bastante
alejado. Una vez reunidos los apóstoles, costearon las murallas del templo para seguir camino al
barrio de Gethsemaní donde los esperaba el fraterno Hospedaje de la familia Jeziel, dueño de una
granja situada en el Huerto de los Olivos. Fueron recibidos afectuosamente por Jeziel, viejo amigo de
la infancia, en cuya residencia colonial se había reservado el modesto aposento para Jesús, pues la
casa estaba llena de parientes, amigos e invitados que acudían para las fiestas de Pascua. A los
apóstoles y siervos de Jesús les prepararon camas improvisadas confeccionadas con fardos de heno,
mantas de lana, pieles de carnero y camello, que fueron armadas en el depósito de cereales de la
granja. Después de una abundante refección a base de jugos de frutas y deliciosos vinos de Sharon,
casi todos los apóstoles se durmieron rápidamente pues estaban agotados de la prolongada caminata
y por lo acontecido en aquel agitado domingo. Jesús se mantuvo despierto hasta altas horas de la
noche y oraba fervorosamente al Padre, pidiéndole que le dejara entrever su Voluntad y analizar las
cosas que habían ocurrido aquel día infausto para su causa de orden esencialmente espiritual. La
entrada turbulenta en Jerusalén y el desorden provocado en el patio de los Gentiles, era más que
suficiente para encuadrar a Jesús como profanador ante las rigurosas leyes del Consejo Sacerdotal.
También era evidente que los acontecimientos graves y perturbadores parecían obedecer a una
fuerza implacable, que lo conducía dócilmente hacia los momentos trágicos de su vida.
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Nota del Revisor: Nosotros creemos que ese acontecimiento se originó contra la voluntad del Maestro y que describe
el evangelista Mateo en el capitulo XXI, vers. 12 y 13. Pero, la proverbial ternura y compasión que el Maestro sentía por los
demás, no le permitiría ser el protagonista de una escena tan violenta, como azotar a los vendedores del templo. Sin
embargo, esa versión se halla muy arraigada por causa de la descripción evangélica citada, pero no debemos olvidar que el
Maestro Ramatís ha dicho en varias oportunidades, que la Verdad ha de ir presentándose por medio de la literatura
mediúmnica y volverán a restablecerse todos los hechos, tal como sucedieron.
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