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pequeños molinos y piedras pulidas donde aplastaban semillas picantes y olorosas; molían el comino
romano y armenio, pimienta de la India, negra y aromática, nuez de Egipto y de Arabia y raíces que
provenían de todas partes de Palestina. El populacho sorprendido, retrocedía para dejar pasar
aquella procesión intempestiva de criaturas mal vestidas y empolvadas que gritaban muchísimo
alrededor de su Maestro, festejándolo con hojas de palmeras. Los forasteros quedaban admirados,
pues creían que era una ceremonia regional o grupos de gente que se adelantaban a las fiestas de
Pascua. Los ciudadanos jerusalemitas se reían y divertían gustosamente al ver a los provincianos
galileos, pues suponían que eso no pasaría de un momento de alegría. Esa gran cantidad de gente
colmaba de tal forma las calles estrechas, que al pasar apretujados tiraban todo cuanto encontraban
en el camino, llegando a molestar a los comerciantes, cuyos gritos de protesta quedaban apagados
entre el bullicio de los alegres galileos. En ese orden de cosas la muchedumbre aprovechaba a
pellizcar las mercaderías que eran una delicia al paladar de la mayoría, para espanto de los alocados
judíos de los bazares y puestos al aire libre. Los que iban al frente de Jesús daban paso forcejeando
entre la masa humana, arrasando con todo lo que encontraban delante para colmo de los
sorprendidos vecinos del lugar, todavía los remataba la oleada de galileos que venía a la retaguardia.
Llegó a tal punto la avalancha de gente, que comenzaron a introducirse en los negocios y cuanto
lugar pudiera recibir gente, hasta que la turba encontró desplazamiento hacia las calles laterales, pero
algo que llamaba poderosamente la atención era la centena de brazos en alto que atrás quedaban
haciendo señas, por los atropellos cometidos. Prosiguieron por la calle de los tejidos, siempre
derribando todo lo que se interpusiera a la masa humana, inclusive rompiendo los caballetes que
sostenían las mercaderías; después se desviaron por la calle de los joyeros, orientándose hacia la
parte alta de la ciudad a fin de alcanzar el puente que desembocaba en la plaza del Templo.
Pregunta: Se suponía, que la recepción festiva al Maestro Jesús se hizo después que entró en
Jerusalén, tal como lo dicen los evangelios, ¿no es verdad?
Ramatís: Conforme dice el evangelista Mateo, en el capítulo XXI, vers. 10 al 12: "Y entró Jesús
en el templo de Dios, y echaba fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó
(hecho por tierra) las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vendían palomas". Quiere decir
que el Maestro Galileo y la turba que lo seguía, llegaron hasta el templo en medio de mucho ruido.
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En realidad, la procesión después de haber recorrido las principales calles de la ciudad,
desembocó en el barrio donde se levantaba el suntuoso palacio de Herodes, esculpido sobre las
grandiosas columnas corintias y que servia como administración al gobierno de Pondo Pilatos, a la
izquierda, se hallaba el Tribunal de Justicia de los judíos, el Senado, o más conocido históricamente
como el Sanedrín. Entre los gritos y vivas que cada vez se hacían más fuertes, transpusieron el
puente que daba a la zona alta de la ciudad, para desembocar junto a la puerta principal del templo,
enorme y amplia, que permitía el acceso al patio primero, denominado patio de los Gentiles y que era
accesible a cualquier tipo de persona, inclusive a los romanos.
Jesús hizo lo posible para aminorar el ímpetu de aquella marcha que cada vez se hacía más
tensa e indisciplinada, pues deseaba que los galileos se dispersaran y quedaran por los lugares a
voluntad de cada uno, pues estaba convencido que allí debía terminar esa demostración, que a él
mismo no agradaba al ver la forma en que se había desarrollado, pero todo intento fue inútil. Los
galileos debían haberse dado por satisfechos y dispersados hasta las fiestas de Pascua, para luego
prepararse y difundir el Evangelio. Sin embargo, todo era distinto, pues a su frente se hallaba la
fabulosa actividad de los judíos, como era el comercio religioso oficializado en donde se agrupaban
cantidades de personas de todas las razas y naciones. En el patio de los Gentiles, debajo de los
hermosos porches "sostenidos por ricas columnas corintias, Jesús veía un mar de cabezas humanas
distribuidas por las tiendas, balcones, mesas, estrados, donde resaltaban las muestras de piedras
preciosas, monedas de oro y plata, conjugado a la gran cantidad de flores polícromas y plantas
olorosas de los huertos de Judea.
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Nota del Médium: Corroborando lo manifestado por Ramatís, la Revista Internacional del Espiritismo, en el número
11 del VIII año, publicó la copia de la sentencia que condenó a Jesús a muerte y que fuera pronunciada por Poncio Pilatos,
el cual, además de culparlo de seductor, sedicioso, enemigo de la Ley, falso hijo de Dios, supuesto Rey de Israel, agregaba,
que había entrado en el templo seguido por una multitud que llevaba palmas en las manos.
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