hacerse rápidamente, pues su' organismo también presentaba síntomas de abatimiento y temía partir
prematuramente sin antes haber consolidado su obra mesiánica.
Pregunta: Y, ¿qué disposición y sentimientos emotivos tenían los apóstoles en esos días de
inquietud e insatisfacción de los partidarios del Maestro?
Ramatís: Pedro era infatigable, decidido y fiel; su alma ruda, pero de sentimientos afables
aceptaba sin protestar cualquier instrucción o recomendación del Maestro. Por eso, la historia lo
consagró como la "roca viva" en donde Jesús asentó las bases de su Iglesia. Sus vacilaciones
durante la prisión del Maestro, más tarde las redimió por medio de su muerte sacrificial en Roma,
cuando fue resignadamente crucificado cabeza abajo. Después de la muerte de Jesús, se dedicó en
cuerpo y alma a la causa cristiana y regresó al lado de sus familiares para reconfortarlos
afectivamente. Otros apóstoles como Bartolomé, Andrés y Tadeo, también extrañaban la demora del
Maestro para manifestar sus fuerzas gloriosas o de ponerse definitivamente camino a Jerusalén para
que sus pregonaciones elocuentes y capacitadas le permitieran asumir el poder de Israel y cumplir
con la profecía del Viejo Testamento. Además, Felipe no confiaba en el éxito de aquella empresa
mesiánica, alegando que faltaba sangre nueva, dinámica y absoluta que impactara a todos por igual;
Bartolomé era una pieza indecisa que no sabía a dónde ir, le faltaba entusiasmo y se dejaba arrastrar
por las palabras de los más elocuentes y se movía cual autómata entre sus compañeros a la espera
de posibles novedades. Tomás y Simón Cananeo ya no confiaban en Jesús respecto al futuro; ellos
amaban a su querido Maestro, pero no escondían las dudas que los embargaban sobre los
acontecimientos predichos por él. En sus confabulaciones reservadas, llegaban a pensar que el
Maestro no parecía lógico y sensato en sus divagaciones, razón por la cual «todo lo que él pregonaba
debía aceptarse con reserva». Mateo, reservado y atento no coincidía con la comunidad, pues traía
en sí la disciplina del hombre habituado a lidiar con el alma humana, aunque era mal juzgado, a pesar
de su buen proceder
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; Andrés y Tadeo formaban grupo aparte, pues no tenían capacidad para impo-
ner sus ideas; por eso, fácilmente aceptaban las palabras del Maestro Jesús y aguardaban
tranquilamente los acontecimientos, mientras que Tiago, hermano de Juan, sufría la influencia de éste
y esperaba el milagro de las legiones angélicas que intervinieran en el momento oportuno. Juan, el
discípulo amado, cuyo afecto, actividad y desprendimiento eran incomunes, poseía un carácter
superior y se dedicaba incondicionalmente a la causa cristiana. Jamás demostró tedio, cansancio ni
opuso dudas a su querido Maestro, mientras tanto, su alma de poeta, responsable por la apoteosis
del Evangelio, vivía poblada de fantasías y supersticiones, volviéndose un creyente dócil, humilde,
contemplativo y buenísimo
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, jamás hería a nadie, ni se interesaba por las procedencias materiales.
Desgraciadamente, vivía ajeno a la realidad humana, por eso no se daba cuenta de la sedición que
poco a poco se iba ganando en el movimiento cristiano, a través de la influencia de Judas y sus
aparentes amigos de causa. Juan se preocupaba mucho por el juicio que hiciera la historia sobre
Jesús, y trataba de extirpar cualquier opinión o acontecimiento desairoso que pudiera desmentirlo con
relación a las profecías del Viejo Testamento. Casi todos los milagros de Jesús que fueron motivos de
discusión en los evangelios, tuvieron su origen en los relatos de Juan, y más tarde, exagerados por la
tradición oral por aquellos que lo oyeron. La resurrección y la ascensión del Maestro en cuerpo y
alma, como varios hechos bíblicos que le fueron atribuidos, eran justificaciones de las predicciones
del pasado. Finalmente Judas, hijo de Simón Iscariote, hombre retraído e indócil vivía entre los
apóstoles, pero no comulgaba con sus sentimientos, pues no sabía disimular sus celos por la
preferencia que Jesús daba a Pedro, Juan y Tiago, el mayor. El promovía los bienes de la comunidad
de la cual era tesorero, hacía negociados especulativos y hasta peligrosos y demostraba
preocupación por el éxito material del Cristianismo, mucho más que con su mensaje netamente -
espiritual.
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Mateo había sido cobrador de impuestos para los romanos.
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Esto nos comprueba que el espíritu, de una existencia a otra no altera su linaje psicológico en el ciclo de las
reencarnaciones, recalcamos que Juan fue la reencarnación del profeta Samuel, e] fundador de la "Fraternidad de los Pro-
fetas", que inspiraron la organización de los Esenios, alma de renuncia y desapegado de las cosas materiales, y que más
tarde volvería a encarnarse como Francisco de Asís, justificando su formación anterior.
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