"Transfiguración", pues ellos se confundían humildemente con el pueblo. En el monte Ebat
funcionaba el santuario que atendía la zona de Samaría; en el monte Carmelo y Tabor los santuarios
para los galileos. Los peregrinos y habitantes de procedencia Siria y de pueblos semejantes,
frecuentaban los santuarios del monte Hermón, cuyos dirigentes eran egresados de la misma zona.
No estaban ubicados en la cima de los montes, sino que eran escavados con cierto capricho en
el interior de las minas abandonadas, en las grutas y cavernas, bastante alejadas de las ciudades
principales. Los servidores instalaban esas comunidades donde primaba la higiene y la estética, muy
al gusto de los Esenios, que hasta en sus vestidos preferían el color blanco; sólo en casos muy
especiales usaban un manto de lana azul oscuro sobre los hombros, que Jesús también usó. Eran
anacoretas de vida cenobítica, pero criaturas sensatas y afectas al baño diario en los ríos y cascadas,
cuidaban sus barbas y cabellos y gustaban de las aguas aromáticas, pues era un gusto bastante
generalizado. Eran cultores de los conocimientos esotéricos, pero sumamente equilibrados en sus
actividades mesiánicas; limpios, sanos y joviales se notaba la gran diferencia que había con los tra-
dicionales profetas, relajados en materia de limpieza e higiene y excomulgando a los hombres del
mundo.
Los santuarios eran limpios, claros y agradables, con alfombras de cuerdas trenzadas y
confeccionadas por ellos mismos; existía un eficaz sistema de ventilación que era responsable por el
acceso del aire puro de los campos, donde en otoño se percibía el delicioso olor de los frutos de la
época y del perfume agreste de las flores en primavera. No eran criaturas que usufructuaran los
bienes del mundo, pues sus espíritus sabios y humildes les permitían rodearse del confort natural y
apreciaban los motivos agradables que les proporcionaba la buena música y el arte, seguros de que
Dios no deseaba que el hombre huyera del mundo, donde Él se encontraba eternamente presente.
En las asambleas que se hacían regularmente se estudiaban las providencias y ayuda que era
necesaria y urgente para el sustento y el amparo de los afiliados rurales más pobres, dispersos por
las grandes regiones de Palestina. El mismo hogar de Jesús, ante la prole numerosa de José y María
recibió a su debido tiempo la contribución de los Esenios para salvar las dificultades de la familia.
Estaban estrechamente ligados por un elevado sentido de fraternidad espiritual, y los más decididos y
trabajadores fundaban nuevas instituciones regionales en las casas de los afiliados. Gracias a su cau-
tela y prudencia pudieron sobrevivir en medio de la fanática atmósfera religiosa, puesto que evitaban
rozarse con cualquier tipo de actividad religiosa que no fuera la suya.
Pregunta: Nos extraña que los judíos generalmente obstinados, especuladores y fanáticos,
pudieran afinarse al movimiento esénio, de orden sutil y esotérico.
Ramatís: Los judíos que ingresaban en la cofradía de los Esenios no tardaban en dejar su modo
mecánico y lastimero para orar a Jehová, se liberaban del rosario de murmuraciones ininteligibles y
de los cánticos monótonos tan tradicionales en las sinagogas. En los santuarios aprendieron nociones
sobre las leyes del Cosmos y de los misterios de la Creación, conjugadas al estudio de la
inmortalidad del espíritu. Muy pronto aprendían a dominar sus pasiones, se abstenían de entrar en las
fricciones y discusiones religiosas, equilibraban la marcha de sus negocios y volvíanse más
comprensibles en el trato con los humanos. Rompían con las viejas cadenas de las tradiciones
religiosas, del tabú y el temor impuesto a la ley de Moisés, al sistema de las sectas separativistas,
superando poco a poco, loa preconceptos de la raza en lisonjera efusión afectiva con las demás
personas.
Los torrentes de palabras, tan peculiar al judío, sufrían modificaciones provechosas bajo el toque
renovador de las enseñanzas esenias, en la intimidad de los santuarios. Adquirían precisión en el
hablar y en el pensar, no tenían apegos a los bienes materiales, desenvolvían la memoria y ajustaban
el sentimiento para una vida superior. Por eso, ante la tentativa sediciosa de los galileos en Jerusalén
de donde resultó aprisionado y crucificado el Maestro, no participó un solo adepto Esenio del «Círculo
Interno». Muchas de las valiosas enseñanzas de los Esenios y que en el tiempo de Jesús todavía
estaban subordinadas a ciertos ritos y a una pragmática iniciática tradicional, hoy se puede aprender
y cultivar con facilidad sin que el discípulo abandone las tareas cotidianas, ni se halle adherido a las
instituciones donde se practican. Algunas de esas instituciones modernas suministran
admirables
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