Los creyentes y discípulos se armonizaban compartiendo sus felicidades y alegrías, bebiendo la
cultura espiritual en las fuentes iniciáticas de otros pueblos. Los monjes, peregrinos, profetas,
aventureros y religiosos, egresados de los países extraños, penetraban en Palestina trayendo las
costumbres, las ideas y prácticas iniciáticas de los lugares que visitaban. El budismo casi había
completado los seis siglos cuando apareció Jesús pregonando su Evangelio; innumerables judíos de
excelente cultura intentaban modelar sus vidas en base a esas reglas ascéticas, pero, la Fraternidad
Esenia fue la primera institución que se implantó disciplinada y cohesiva en el suelo judío, pues sus
estatutos eran puros, prácticos, sensatos y graduaban a sus afiliados conforme a su entendimiento
esotérico, su capacidad de servicio y autodominio sobre las pasiones inferiores. En consecuencia, la
ansiedad que se anidaba en lo íntimo de cada ser humano, como centella emanada del Creador,
proporcionó el entendimiento para la fundación y vivencia de la cofradía de los Esenios
remanecientes de la Fraternidad de los Profetas, que fuera fundada por el profeta Samuel y que en
ese momento se hallaba encarnado en la figura de Juan Evangelista y que más tarde retornaría a la
tierra como Francisco de Asís.
Pregunta: Considerando que el Maestro Jesús podía prescindir de los Esenios para cumplir con
su obra redentora, entonces, ¿qué tipo de influencia recibió entre ellos?
Ramatís: No debéis olvidar que todos los acontecimientos que debían suceder alrededor del
Maestro, estaban planeados con anticipación por los Mentores y Guías Siderales de Jesús. Así como
nació y se fundó la cofradía esenia 150 A. C, cumpliendo con su fecunda obra de redención, ésta
desapareció un poco antes que Tito destruyera Jerusalén. Surgieron un siglo y medio antes del Maes-
tro Nazareno y se dispersaron medio siglo después, así como el alumno distinguido, una vez
terminado su curso académico, abandona la escuela.
¿Por qué los Esenios no se radicaron en Fenicia, en la India, en Persia, en Arabia, África o Egipto
y prefirieron vivir justamente en Judea y por "coincidencia" en Galilea, tierra donde nació y vivió
Jesús? ¿Qué misterio o feliz accidente reunió a esa élite espiritual, culta y sabia, conformada por
aquél maravilloso consejo de ancianos Esenios, donde Jesús encontró el aliento, el valor, el cariño y
el estímulo cariñoso para poder cumplir con su obra, tan prematura para esa época? ¿Quién le dio
tantas fuerzas y ánimo para cumplir, en el tiempo fijado por lo Alto, con la pasión y el trágico hecho
del Calvario? Los tres últimos años de su vida transcurrieron bajo la inspiración oculta, vitalizadora y
persistente de los objetivos redentores, y además, poder alcanzar el sacrificio supremo en la cruz.
Cuando comenzaba a presentir el término de su obra, algo lo ayudaba y lo hacía sentirse venturoso
ante la perspectiva de su muerte corpórea.
Sin duda, que lo Alto asistió al Maestro en todos los momentos de su vida, exhortándolo para que
no lo dominara el instinto humano y la hostilidad del medio adverso que influía muchísimo en su linaje
angelical. Él también usufructuó de la amistad pura y sincera de sus compañeros, amigos y
discípulos, compensándole la frialdad de las censuras de sus parientes. Sus angustias, tristezas y
recordaciones de su morada venturosa, recibían generosa comprensión y saludable compensación
entre aquellos ancianos esenios, liberados de las" ilusiones de la vida material y que vivían
exclusivamente en base al espíritu eterno. ¿Cuál fue el gigante, el héroe, el santo o conquistador del
mundo, que no haya necesitado del aliento, del gesto o de la palabra afectuosa de algún amigo o
consejero?
También es lógico, que el mensaje evangélico divulgado por el Maestro hace dos mil años,
todavía era prematuro para cualquier nación ajena a Palestina, cuyo pueblo era fanático en religión,
pero de una fe inquebrantable. Sin embargo, allí se notaba la influencia esotérica de los Esenios,
pues aun viviendo aislados en las grutas o en los monasterios sus ideas y sentimientos eran
perfectamente semejantes a los principios del Cristianismo. Se transmitían de hombre a hombre y se
producía el clima predilecto para que fructificara la semilla sublime del Evangelio. La siembra cristiana
tenía la tierra preparada y se podía garantizar la germinación a través de la fertilidad que ofrecía el
"abono" Esenio. Allí se pregonaba la idea superior del amor a Dios y al prójimo; se investigaba sobre
la inmortalidad del alma y se estudiaba la reencarnación; se censuraba la guerra, el robo, la
explotación, la avaricia, el odio y la venganza. Se cultivaban la bondad, el perdón, la renuncia y el
sacrificio de la propia vida, se hacían votos de rectitud y de servicio al prójimo, se protegía a los
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