Jesús consiguió la angelitud bajo la misma Ley que orienta al salvaje embrutecido que debe
alcanzar su futura emancipación espiritual, transformándolo después en un centro creador de nuevas
conciencias en el seno del Cosmos.
Forjó su conciencia espiritual bajo las mismas condiciones educativas del bien y el mal, de lo puro
e impuro, de la sombra y la luz, tal como sucede hoy a vuestra humanidad. Los mundos que le
sirvieron de aprendizaje planetario se extinguieron y trasformaron en polvo sideral, pero sus
humanidades viven despiertas por el Universo, siendo Él, uno de esos venturosos ciudadanos.
Pregunta: Algunos espíritus afirman que la evolución de Jesús se hizo en línea recta. ¿Nos
podéis aclarar ese aspecto?
Ramatís: Esa afirmación no tiene fundamento, pues la simple presunción de que Jesús haya sido
creado espiritualmente con cierto impulso de inteligencia, virtudes o sabiduría innata, sería un privi-
legio de Dios hacia un alma de su preferencia. Eso desmentiría el atributo divino de bondad y justicia
infinitas del Creador. Además, no hay desmerecimiento alguno hacia el Maestro Jesús que haya
evolucionado bajo la ley que rige a los demás hombres, puesto que así confirma la grandeza de su
espíritu, perfeccionado por su propio esfuerzo. Ningún espíritu nace perfecto, ni posee sentido
especial para su ascenso espiritual; todos son creados simples e ignorantes, cuya conciencia o "libre
albedrío" se manifiesta a través del "tiempo-eternidad", pero sin anular el esfuerzo personal en la
prolongada escala de la angelitud.
Por lo tanto, Jesús no escapó a esa regla común, dado que forjó su conciencia de Amor y
Sabiduría Cósmica al nivel de los hombres, luchando, sufriendo y aprendiendo los valores espirituales
en el intercambio con los mundos materiales. Se realizó como un ente sublime porque se liberó
completamente de las pasiones y vicios humanos; pero no se eximió del contacto con las impurezas
del mundo carnal. La sublimidad de la flor no reside en su conformación hermosa, por encima de
todo, en su capacidad de transformar los desperdicios y putrefacciones en cálices virtuosos y
perfumados.
Jesús no hubiera podido prescribir a los hombres la cura de sus pecados, si primero no lo
hubiese experimentado en sí mismo. Justamente, por haber sufrido del mismo mal, es que conocía el
medicamento apropiado para curar la enfermedad moral de la humanidad terrena. Jesús, en otras
épocas, también fue un pecador como cualquier hombre del mundo, pero supo vencer las ilusiones
de la vida carnal, superó la tenacidad del instinto animal y su corazón desbordante de Amor, envuelve
hoy a todos los ciudadanos de la tierra.
Pregunta: ¿Qué opináis de algunos autores, sinceros unos y talentosos otros, cuando aseguran
que Jesús, solo fue un "mito" y jamás existió físicamente en medio de la humanidad terrena?
Ramatís: Es indiscutible que Jesús corroboró las predicciones del Viejo Testamento y también
correspondió holgadamente a las esperanzas de lo Alto, respecto a su misión espiritual junto a los te-
rrícolas. Los profetas intentaron comunicar a los judíos las señas principales para identificar al
Mesías, como el tiempo aproximado de su venida al mundo, pues aseguraban que Israel era el
pueblo elegido para ese importante evento. Conforme a las predicciones de Isaías (Cáp. XI, vers. 6 y
8), después del advenimiento del Salvador, todas las cosas se ajustarían, pues hasta el "cordero y el
lobo habitarían juntos y el león y la oveja andarían juntos y un niño pequeñito los conduciría". Y, las
profecías advierten a la raza de Israel, elegida para el advenimiento del Mesías, que más tarde se
quejaría, pues el mismo Jesús exclamó: "el pueblo para el cual vine, no me conoció". Afirmando tal
predicción, los judíos de hoy todavía adoran a Moisés, mientras que olvidan a Jesús, lleno de Amor,
Bondad y Renuncia porque aun hoy, todavía "no reconocieron a su verdadero Mesías".
Efectivamente, causa bastante extrañeza que ciertos autores consideren a Jesús un mito o
embuste religioso, negándole la vida física, inherente a la tierra. En verdad, Jesús es el ser que cada
día toma más vida entre los hombres, pues su doctrina crece en todos los sentidos e influye en los
pueblos aficionados a los credos de otros instructores. Si el esplendor de la Roma de Augusto cegó a
los historiadores de la época, haciéndoles ignorar la figura de Jesús, eso no lo elimina de la superficie
de la tierra, ni tampoco desfiguran las leyendas atribuidas a Adonis, Krisnha, Buda, Orfeo, Atis, Osiris,
Dionisio o Mitras. A pesar de las inequívocas referencias históricas sobre Aníbal, Julio
César,
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