Capítulo XXV
JESUS Y LA BUENA NUEVA DEL REINO DE DIOS
Pregunta: ¿Hubo algún plan prefijado por lo Alto, en el sentido de coordinar las directrices y la
orientación para que el Maestro Jesús pregonara la Buena Nueva del "Reino de Dios"?
Ramatís: El Universo se rige por leyes perfectas e inmutables, tanto en la dinámica de las leyes
físicas como en la armonía de las leyes morales. Todo se mueve en seguro y armonioso ritmo. Es lo
que proporciona a los Espíritus en su largo camino evolutivo, las múltiples oportunidades para
desenvolver y consolidar su conciencia individual, puesto que es la matriz que le estructura el
carácter.
En tales condiciones, todos los acontecimientos de proyección moral y social que surjan en los
planetas, están subordinados a la dirección del Gobierno Oculto que dirige cada orbe. La
conturbación es proveniente de las sorpresas o imprevistos humanos, pero no existen en las
manifestaciones panorámicas de la Creación cósmica.
Por consecuencia, Jesús descendió a la tierra después que lo Alto programó y aprobó ese
evento. Pero, respecto a los aspectos intermediarios de sus actitudes y acciones se debe a su
elevada jerarquía espiritual, siendo evidente que no iba a comportarse como un autómata accionado
por cordeles desde el mundo invisible. Era el mensajero elegido por la Administración Sideral para
entregar a la Humanidad terrícola el Código de su redención espiritual; el triunfo dependía
esencialmente de su discernimiento. En verdad, su renuncia y heroísmo fue lo que cimentó las bases
morales del Cristianismo, y es lógico, que sus amigos invisibles siempre le asistieron y confortaron en
sus horas de angustia y vacilaciones que el medio ofrecía.
Jesús aceptó el programa sacrificial de su misión, atento a las directrices fundamentales que la
misma le imponía, las cuales examinó antes de encarnar, pero el éxito del movimiento cristiano fue el
producto de su esfuerzo personal.
En la tierra tuvo que someterse a los imperativos de la familia carnal, adaptándose a ciertas
conveniencias prosaicas de la sociedad terrícola, debiendo nivelarse a las razas y costumbres de la
época. Aunque era un ángel, estaba obligado a vivir y a participar de los acontecimientos humanos,
propios de los encarnados. No podía despreciar los elementos y las convenciones del mundo
material, que le eran necesarios para tomar contacto con todos los hombres, receptores de sus
novedades espirituales.
La obra de Jesús se desenvolvió bajo la aprobación y la alegría de sus mentores siderales, pues
cumplió integralmente su misión redentora. Además, se liberó de las incongruencias y deformaciones
que eran muy comunes a ciertos líderes del pueblo, puesto que en sus tareas se dejaban influir por la
vanidad a fin de enaltecer su personalidad humana y se preocupaban por el posible juzgamiento que
la posteridad pudiera hacerles. Cuidaban de exaltar su figura transitoria, en detrimento de la obra que
eran responsables. Jesús, no se preocupaba por la opinión histórica del mundo, pues se dedicaba a
la tarea de esclarecer al hombre para ayudarlo a liberarse de las pasiones e instintos animales, a fin
de despertarles las cualidades adormecidas del ángel sublime. En uno de los momentos más
expresivos de su vida, cuando le solicitaron que demostrara sus aptitudes superiores de Maestro, ¡se
inclinó humildemente y lavó los pies de sus apóstoles!
Pregunta: Si Jesús aceptó y obedeció a un plan mesiánico trazado antes de renacer en la
materia, en lo que respecta a su crucifixión y muerte; entonces ¿hubo un determinismo inexorable?
Ramatís: El determinismo a que Jesús se sometió, fue el de aceptar incondicionalmente todos los
sacrificios inherentes a su tarea mesiánica. El holocausto de su vida física, motivado por los conflictos
morales y reacciones interesadas del mundo, era un epílogo tan admisible o hecho inevitable,
como alguien que tratara de salvar a su familia atrapada en medio de un voraz incendio, debiendo
aceptar resignadamente el fatalismo de perecer en medio de las llamas. Jesús, mientras tanto,
decidió introducirse en las llamas de las pasiones animalizadas que ardían sobre la faz de la
tierra, para salvar a su familia que estaba representada por toda la humanidad.
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