embriagadas y a sueldo del Sanedrín, se proponían profanar la tumba de Jesús y arrastrar su cuerpo
por las calles. Era intención de los sacerdotes acabar con toda impresión favorable hacia la doctrina y
la persona del Maestro, evitando cualquier intento de demostración dramática que diesen vida y
aliento a la tragedia de la cruz. El rabí de Galilea debía ser olvidado a todas costas para evitar que se
formase una casta de seguidores, estimulados por sucesos milagrosos o entusiasmos religiosos. De
esa forma, Pedro buscó a José de Arimatea y le expuso sus desconfianzas y como su amigo también
abrigaba las mismas preocupaciones, decidieron transferir el cuerpo de Jesús a otro lugar, pero
desconocido para la generalidad.
Cuando comprobaron que los habitantes de la ciudad dormían, se dirigieron al sepulcro y
munidos de rodillos y palancas, hicieron, deslizar la piedra que cubría la entrada. Rápidamente
cambiaron la ropa ensangrentada del querido Maestro y en medio del silencio de la noche
descendieron la cuesta del Calvario y sepultaron el cuerpo en una tumba desconocida, que se hallaba
abandonada en medio del campo, entre ruinas olvidadas. De esa forma, evitaron la cosa más atroz
para el judío en aquella época, la profanación del cuerpo y el consabido abandono de Jehová. Y, en
el caso de Jesús, semejante atropello a su figura misionera daría lugar a dudas y quebrantaría la fe
puesta en el ideal cristiano. Si su cuerpo quedaba sin sepultar, significaba —conforme a la tradición
hebraica— la negación a los derechos que había adquirido a través de su lucha por el ideal, y su
memoria quedaría manchada para siempre.
Mientras tanto, Pedro y José de Arimatea captaron las orientaciones de lo Alto y en una iniciativa
elogiable, guardaron absoluto secreto ante María de Magdala y la propia madre del Amado Maestro,
quedando el asunto sin mayor trascendencia. Esa fue la causa del porqué, María de Magdala
encontró la tumba vacía, dando lugar a la fantasía de la resurrección de Jesús en "cuerpo y espíritu".
Pedro y José de Arimatea consintieron en no revelar el sentido de esa equivocación, porque les
interesaba particularmente despistar a los esbirros del Sanedrín, que trataban por todos los medios
de orientarse para hallar el cadáver del Maestro, puesto que era más importante para ellos, borrar
todo vestigio perteneciente a la doctrina originada por Jesús, y nada mejor que humillar su cuerpo
para alcanzar éxito en su indigno cometido. Además, lo inesperado del hecho dio más fuerza y
cohesión a los discípulos y simpatizantes del Maestro. Pero, en base a la comprensión de la
humanidad de vuestro siglo, es necesario reajustar la verdad de todos los hechos ocurridos en la vida
de Jesús para que reine en el corazón de todos los hombres, sin dudas ni desconfianzas, generadas
por acontecimientos de índole fantasiosa.
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