hace casi dos milenios, aunque haya sido hecho de Uno común. Un litro de sangre se coagula y
evapora en algunas horas, pero las gotas de sangre tomadas a Jesús en la hora de la crucifixión
desafían los siglos, manteniéndose vivísimas en ánforas de plata. Maderas de larga duración, como
el roble, se desintegran bajo el impacto de los siglos; mientras que la cruz de Jesús, hecha de los
árboles comunes, livianos y de poca duración, resiste los milenios y sus fragmentos y polvo aun hoy
son reverenciados por los fieles de la Iglesia, en varias partes del mundo.
Después de la muerte de Jesús, sus discípulos, debido a las amenazas de ser tomados como
sediciosos delante del Procurador de Roma, se desbordaron rápidamente por todos los lugares de
Jerusalén, sin pasarles por la mente el deseo de tomar los restos del Maestro y guardarlos como
reliquias. La mayoría evitó acercarse al lugar del Calvario, sin preocuparse en recoger gotas de
sangre, pedazos de espinas o fragmentos de la cruz. La muerte de Jesús provocó fuerte temor y
hasta descreencia en la mayoría de sus seguidores, pues en vez de empuñar el cetro real ante el
pueblo judío, terminó siendo sacrificado como cualquier malhechor que trasgrede las leyes romanas.
¿Quién podía pensar, que ese hombre ejecutado por una condena pública, sería capaz de
proyectarse a través de los siglos y redimir a la humanidad? Ante la incapacidad de tal previsión, no
se justifica que alguien se interese rápidamente en conservar como reliquia algunos clavos o pedazos
de la cruz del Sublime Peregrino.
Además, Jesús no fue crucificado con la corona de espinos, pues esto fue una crueldad puesta
de manifiesto por los siervos de Pilatos el día viernes, durante la flagelación. Después de los
sarcasmos y de la farsa ridícula a que fuera sometido Jesús, el mimbre usado para confeccionar la
corona, fue tirado como cualquier objeto inútil, sin valor alguno.
Pregunta: ¿Qué nos podéis decir sobre la resurrección de Jesús, el tercer día de su crucifixión?
Ramatís: Cuando Jesús apareció en Espíritu a María de Mag-dala, a los apóstoles y otros
discípulos en el camino de Emaús, fue un fenómeno de ectoplasmia, pues Magdala era una poderosa
médium que había participado en algunos hechos incomunes durante la peregrinación del Maestro.
Cuando apareció entre los apóstoles, Tomás le tomó de las manos, siendo posible debido a la
facultad ectoplásmica de los presentes que permitió la materialización en cuerpo entero y con amplio
éxito de "voz directa". En los demás casos, donde se dice que otras personas vieron a Jesús, apenas
se registró el fenómeno de videncia, cosa bastante común entre los médium.
Jesús no dejó la tumba en cuerpo y alma, pues sus apariciones jamás desmentirían el buen
sentido de las leyes que rigen a la física trascendental, ni tampoco fue una consecuencia de hechos
milagrosos, sino, la manifestación de las energías que le fueron cedidas por sus discípulos y amigos
siderales.
Pregunta: ¿Sin embargo, se dice tradicionalmente que su cuerpo desapareció de la tumba?
Ramatís: Cuando María se "acercó a la tumba, casi a oscuras, vio que la piedra había sido
movida" (Juan, XX-1). Es evidente, que si Jesús hubiera resucitado en cuerpo y aparecido ante los
apóstoles atravesando las paredes de ladrillos de la casa donde se encontraban también habría
atravesado la tumba sin necesidad de mover la piedra que obstruía la entrada. Después de la muerte
del Maestro, el asesor de Poncio Pilatos autorizó para que el cuerpo fuera entregado a la familia,
conforme al pedido solicitado por José de Arimatea. Entonces, María, su madre, Tiago, el mayor,
junto con Juan, Marcos, Pedro y Tiago, hermano de Juan, bajaron el cuerpo que estaba en la cruz y
las mujeres lo balsamizaron conforme a las costumbres de la época y de la raza judaica. Le aplicaron
aceites aromáticos y extractos de plantas perfumadas, pues el entierro se haría el próximo día. La
tumba fue cerrada con una pesada piedra, que hacía las veces de puerta, pues era una pequeña
gruta situada en la cima de una colina pedregosa. La turba se había aquietado satisfecha de su saña
homicida, como la fiera que se acomoda después de haber saciado su hambre. Los soldados
descendían por la cuesta haciendo gracias, dando muestra de una total inconsciencia. Algunos
discípulos de Jesús, temiendo ser agredidos iban a escondidas al monte del Calvario, movidos por
una intensa amargura y llenos de gratos recuerdos por aquel hombre de virtudes tan raras y
sublimes.
El que estaba realmente preocupado era Pedro, pues había escuchado rumores que personas
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