depende mucho del amor sincero y desinteresado.
Además, el hombre moderno está viciado e intoxicado con remedios violentos que oprimen sus
energías magnéticas mediante el bombardeo de la química moderna, a través de los productos de
laboratorios farmacéuticos. El enfermo actual se parece a una probeta de prueba, puesto que es el
receptáculo vivo de las dosis que contienen las jeringas hipodérmicas, que introducen en su delicado
sistema orgánico el contenido de sales minerales heterogéneas y sustancias agresivas, causándole
más tarde graves consecuencias, afectándole la salud. ¡Cuántas veces, el enfermo en vez de morir
por motivo de la molestia, su deceso se acelera por medio de la "cura"!
La gran ignorancia que existe sobre el mundo espiritual genera el miedo a la muerte e induce al
hombre a intentar una retirada angustiosa, ante el primer síntoma de enfermedad. Entonces se trans-
forma en un foco permanente de molestias, que aparecen y desaparecen sustituyéndose
continuamente, hasta verse indefenso en la cama víctima de la intoxicación medicamentosa. El dolor,
que es la señal roja de peligro para la salud del cuerpo, se trata de eliminar prontamente con el
bombardeo de sedativos y anestésicos.
Las personas parecen ignorar del poder maravilloso de la naturaleza, que actúa desde lo íntimo
del alma y produce verdaderos milagros. Sólo pide, que se le dé algún tiempo para corregir y res-
taurar los órganos y sistemas lesionados. La salud no es el producto de las tisanas, comprimidos y
del uso imprudente de las inyecciones; primero, para higienizar el alma debe establecerse el equilibrio
psico-físico mediante la educación en los principios espirituales que mejoran las relaciones cristianas
entre las criaturas, la comprensión sobre los deberes humanos y la consecuente reducción de las
enfermedades de la llamada "civilización".
Está comprobado, que los salvajes se enferman gravemente después que toman contacto y
adoptan las costumbres de los civilizados, inclusive con los alimentos y el uso de las bebidas
alcohólicas.
La ausencia del sentimiento por falta de espiritualidad, la negación del joven moderno en ser
religioso, tolerante, obediente, resignado, sincero y pacífico, hacen crecer el índice de las
enfermedades, pues la hipocresía, el odio, la venganza, la violencia, la irascibilidad, la cupidez, el
orgullo y otras cualidades anticrísticas provocan las enfermedades en el alma, que repercuten en el
cuerpo, perjudicando la salud.
Pregunta: ¿Qué idea debemos tener sobre la técnica o el empleo de las fuerzas terapéuticas, en
los casos de las curas realizadas por Jesús, comparados a los médium o curanderos modernos?
Ramatís: La literatura médica cita el caso de los paralíticos que mueven sus miembros
anquilosados o se curan instantáneamente, por el impacto de las emociones agudas e inesperadas.
Son recursos extraños de los que el alma se sirve para producir transformaciones benignas en la
intimidad del cuerpo. En una ciudad norteamericana, hace algunos años, durante el incendio ocurrido
en un hospital reservado para los paralíticos, diecinueve de esos enfermos se recuperaron
instantáneamente ante el pavor del fuego y la fuerza mental que dinamizaron para poder huir de la
tragedia.
Eso confirma que existen energías fabulosas en lo íntimo de cada ser, que al excitarlas ante un
supremo esfuerzo mental o por la fe inquebrantable las unifican súbitamente y provoca lo que el
vulgo llama el "milagro". Son energías que destruyen lesiones, bajan o elevan la temperatura
incidiendo sobre los centros térmicos; purifican la linfa y electrifican el corazón. Son fuerzas
acumuladas durante milenios, pues el proceso de la exudación del magnetismo telúrico del orbe, se
agrupó a través de la imantación de los minerales, se acumuló en la médula de los vegetales y
por último se derramó vigorosamente para estructurar la carne del hombre. Dieron solidez y
cualidades al mineral; forma y flexibilidad al vegetal; movimiento e instinto al hombre. Se
Agruparon y se concentraron en un dinamismo cada vez más pronunciado en el progreso
constante de una forma hacia otra y de especie en especie, dotándolas de un automatismo creador
disciplinado y de un instinto que las orienta hacia el punto donde deben construir o restablecer
órganos, etc. El hombre debe disciplinar su vida y sus pasiones, porque esas fuerzas creadoras y
poderosas existen en su organización "etéreo-carnal", en el periespíritu y son servidoras sabias que
cooperan en la estructura de la vida.
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