Jesús conmovía hasta las lágrimas cuando explicaba lo acontecido al sembrador que arrojó las
semillas en el duro suelo, en la roca, en la tierra árida; pero finalmente obtuvo éxito en el terreno fértil.
El lugar escogido para esa prédica era magnífico, pues además de los nardos del campo, del color
rojizo de las amapolas y de las anémonas safirinas, liláceas y amatistas que daba intenso color a la
planicie de Genesaret, completaba el cuadro la superficie esmeraldina del mar de Galilea.
Jamás olvidaremos la vehemencia y la fe con que Jesús enunciaba sus enseñanzas, aún
prematuras, entre los judíos, subordinados a su dogmática y mosaísta creencia. La gente de Galilea,
ruda e ignorante, pero dotada de sentimientos compasivos se sublimaba ante la prédica de su Rabí
porque vivía en sí mismo aquello que enseñaba. No era un sistema político, ni filosófico; pero sí, una
doctrina moral y religiosa que tocaba el corazón y pedía la aprobación del sentimiento, mucho antes
que el raciocinio de la mente.
Cuando regresamos a Alejandría y consultamos a nuestros Mayores Espirituales respecto a las
actividades del Rabí Jesús, que tanto nos había impresionado, todos ellos fueron unánimes en
confirmar, que a pesar de su aparente insignificancia para aquella época, en realidad, era el mayor de
los revolucionarios espirituales que habían descendido a la tierra para sintetizar las enseñanzas de
sus precursores y redimir a la humanidad.
Pregunta: ¿Por qué el Maestro Jesús prefería explicar su doctrina a través de las parábolas?
Ramatís: Ciertas tribus de Judea y alrededores con las cuales Jesús había tomado contacto, se
entendían entre sí por medio de parábolas. El Maestro, inteligente e intuitivo percibió que esa ex-
presión verbal era un perfecto vehículo para enseñar su doctrina a los hombres de su época, y que
podía sintetizarse armoniosamente para la humanidad del futuro.
La parábola es el medio apropiado para los fines de comparación; y Jesús comenzó a emplearla
para despertar la mente de las personas simples y sin cultura académica. Era un apasionado para
analizar los fenómenos de la naturaleza, y los comparaba con loa acontecimientos de la vida humana.
Le daba forma a las cosas que parecían vivas, manteniendo entre las mismas una estrecha relación,
como si la tierra fuera la antesala del cielo, donde el hombre prematuramente debe limpiar sus
sandalias. Sus principios elevados, los formulaba a través de la correlación de las parábolas y de las
cosas animadas e inanimadas, las que acrecentaba con el sublime toque de poesía espiritual.
Entonces, los hombres lo comprendían fácilmente, pues Jesús mencionaba en sus ilaciones
filosóficas, la caída de una hoja, el murmullo del arroyuelo, la mansedumbre de la paloma, resaltaba
la ineficacia del tesoro enterrado, o la modesta semilla enterrada en el suelo. Le auscultaban el
pensamiento antes que pudiera llegar a la conclusión moral o filosófica de lo que estaba
manifestando; se embebían ante la belleza y la fuerza de las imágenes que sabía componer en
simbiosis con el encanto de la naturaleza. Los acontecimientos graves y los hechos complejos
asumían tonos de ternura y afección familiar, que cautivaban bajo la fuerza imperiosa del buen
sentido.
A través de la parábola, Jesús narraba y ofrecía admirables lecciones de moral superior, que
podían ser entendidas en cualquier época y latitud de la vida humana. Sabía modelar las frases y eli-
minar lo trivial, lo inicuo o inexpresivo, transformando el sencillo pétalo de la flor en centro de un
acontecimiento de elevado fin espiritual. En las parábolas ponía en juego toda su táctica e
inteligencia, pues los insignificantes fenómenos de la naturaleza transfundíanse en la fuerza de un
símbolo cósmico. Sus enseñanzas se encuentran repletas de comparaciones simples, pero ligadas a
la vida común de los seres, que aún después de tantos siglos son verdaderos y definitivos conceptos,
constituyéndose en base de inmortal encantamiento para la redención humana.
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Nota de Ramatís: Cuando Jesús hablaba a los campesino?, exponiéndoles la parábola del sembrador, del grano de
mostaza, del yuyo y del trigo; los pescadores se referían a la parábola de los peces. Cuando estaba en un banquete o fiesta,
hablaba de los talentos, de los tesoros enterrados; cuando lo haría entre negociantes y especuladores, citaba la parábola de
la "perla de gran valor", del "acreedor sin compasión" o, la de "los deudores": entre los magnates, se servía de las parábolas
del "rico insensato", del "rico y Lázaro"; entre los trabajadores a jornal, explicaba la parábola de los "siervos inútiles", de los
"trabajadores de la viña" y la del "mayordomo infiel"; entre los hombres de Ley, mencionaba al "juez inicuo" y entre los
religiosos, la historia del "publicano y el fariseo".
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