Capítulo XVII
¿POR QUÉ JESÚS DEBÍA NACER EN JUDEA?
Pregunta: ¿Jesús debía nacer irremediablemente en Judea para consolidar el éxito de su misión
redentora? ¿En esa época, no había otro pueblo que fuera espiritual y psicológicamente más apto
para ese objetivo?
Ramatís: Si la Administración Sideral reconociera en cualquier otro pueblo, cualidades y hasta los
defectos peculiares del judío, es obvio que Jesús no hubiera necesitado encarnarse en Israel. Pero,
Judea y los hebreos, aunque eran considerados en aquella época, "una colección de esclavos
despreciables"
1
por sus costumbres, fe religiosa y capacidad de adaptación a los menesteres de la
vida, ofrecía las condiciones psicofísicas apropiadas para la misión salvadora del Mesías. Además, el
Viejo Testamento lo consideró como pueblo elegido para el advenimiento del Mesías; y el mismo
Moisés en el Monte Sinaí al unificar la revelación espiritual en un solo Dios llamado Jehová, fueron
las bases preliminares del Cristianismo. Eso allanó el camino para que el Maestro Jesús consolidara
su obra, exceptuándolo de la tarea espinosa de fundir los dioses paganos en una sola unidad, tal
como lo pregonaría por intermedio del sublime Evangelio.
Por eso, una raza estoica, ardiente y fanática en su creencia religiosa monoteísta, sería capaz de
corresponder a la invitación espiritual de Jesús, sin que hubiera resistencia o sarcasmo para el
encantador mensaje de la "Buena Nueva" y del "Reino de Dios". El judío manifiesta su sentimiento a
flor de piel y vive más por la fe que por su raciocinio, aunque sea instintivamente muy sagaz para los
negocios y especulaciones de la vida humana. En cuestión de creencia y devoción, indagaba poco
sobre los motivos que lo obligaban a proceder de éste o aquél modo con su Dios. Su fe innata no
solicitaba indagaciones intelectivas; creía y obedecía ciegamente en aquello que trasciende su
mundo de actividades humanas. Por eso Jesús encontró el camino abierto para su prédica evangélica
entre los judíos, sin necesidad de destruir el antropomorfismo de Jehová, sin alterar las legiones
angélicas, sin desmentir a los viejos patriarcas y profetas del Antiguo Testamento. Vino para ampliar
las enseñanzas de Moisés y hacerlas más amenas, respecto a su responsabilidad moral. Substituía el
concepto personal y punitivo del "ojo por ojo y diente por diente", por la condición kármica de "quien
con hierro hiere, con hierro será herido", en la cual Dios no castiga, sino que es la misma criatura la
que se ajusticia por sus pecados cometidos, aceptando espontáneamente los mismos efectos de las
causas perniciosas que promovió en el pasado.
Ante el toque sublime de las enseñanzas de Jesús, Jehová se volvía tolerante, tierno y
compasivo, disminuyendo las exigencias, bastante humanas. Todo eso, atendía a las simpatías de
los galileos que eran considerados ignorantes de los formulismos religiosos, y que aceptaban sin
protestar la nueva versión de Jehová, separándose paulatinamente de las sectas religiosas y de los
bienes del mundo. Sin embargo, los fariseos aunque no temían a las enseñanzas de aquel nuevo rabí
de la Galilea, notaron que se debilitaba la virilidad doctrinaria de Moisés. Y, la peligrosa
deshumanización de Jehová podía acarrear serios perjuicios para los cofres del Templo. Desde ese
entonces, los fariseos pasaron a vigilar a Jesús y a recelar sobre los efectos de sus peligrosas ideas
en medio de la comunidad de Galilea.
Pregunta: Jesús, ¿no podía haber encarnado en otra raza y haber cumplido igual con la Divinidad
y con su misión?
Ramatís: No es el culto religioso y la devoción ciega lo que se necesita para alcalizar éxito en lo
propuesto, sino, y por encima de todas las cosas, comprobar cuál es el sentimiento que anima a ese
pueblo en su creencia religiosa. Existían cultos religiosos de naturaleza profundamente racionalista o
excesivamente interesada que se devotaban a varios dioses. La misión de Jesús en su comienzo,
solicitaba "sentimiento puro", fe inquebrantable, humildad absoluta y cierta ingenuidad de sus
simpatizantes para poder cimentar rápidamente, sin discusiones estériles, especulaciones fatigosas o
dudas mortificantes.
1
Opinión de Tácito.
100