Ramatís
provocan la reducción de vibraciones del cuerpo etéreo. el buey
oel puerco desarrollan su vida en una región excesivamente de-
gradada, cuya sustancia astral puede adherirse al aura humana,
no solamente retardando el dinamismo superior, sino también,
reduciendo la fluencia de las emociones angélicas.
PREGUNTA: – El hombre evangelizado que se alimenta
de carne ¿contraría las disposiciones divinas? ¿No existen mu-
chos vegetarianos de mala conducta y hasta pervertidos?
RaMaTÍS: – no tenemos duda alguna al afirmar que vale
más un carnívoro evangelizado que un vegetariano anticrístico.
Pero no estamos tratando ahora de las cualidades espirituales
que deben ser alcanzadas por todos los seres humanos, y sí
considerando si procede bien o no la persona evangelizada que
todavía coopera en el desarrollo de los mataderos, churrasque-
rías, frigoríficos o matanzas domésticas. El alma verdaderamen-
te evangelizada se siente plena de ternura compasión y amor.
el espíritu esencialmente angélico no se regocija chupando los
dedos impregnados de la grasa del hermano inferior, ni se excita
con la voluptuosidad digestiva del lomo de puerco relleno o de
la costilla asada con rodajas de limón.
¡Es profundamente vergonzoso para vuestro mundo, que
el buey generoso, cuya vida es enteramente sacrificada para el
bien de la humanidad y el placer glotón y carnívoro del hombre,
sea más inteligente que él en su alimentación, que es exclusi-
vamente vegetariana! ¡no se comprende cómo puede el hom-
bre juzgarse un ser adelantado, ante el absurdo que el animal
irracional prefiera un alimento superior al de su propio dueño,
dotado de discernimiento y razón!
Alabamos incondicionalmente al hombre evangelizado,
aunque sea carnívoro, ¡pero le advertimos que mientras man-
tenga en el vientre un cementerio, será un esclavo prendido a
la rueda de las reencarnaciones rectificadoras, hasta ajustar sus
cuentas kármicas con la especie animal! Si es un ser evange-
lizado, debe saber que el acto de succionar el tuétano de los
huesos y devorar el bistec, lo retiene todavía próximo a sus an-
tepasados salvajes, que se devoraban unos a los otros debido
a su profunda ignorancia espiritual. la ingestión de vísceras
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