Fisiología del Alma 

yores detalles en reciente comunicación medianímica, es una 
terapéutica energética que actúa en el cuerpo humano a seme-
janza de un catalizador. Su función principal, actuando como 
notable fermento oculto, tiene por objeto despertar las energías 
adormecidas en la intimidad orgánica y acelerar sus reacciones 
electrónicas. Su éxito se deriva justamente, del hecho de que 
obra con más resultado en la contextura del periespíritu y de 
que combate por el bombardeo de sus partículas infinitesima-
les, el propio elemental de astralidad inferior que alimenta el 
cáncer. no hay duda de que, por tratarse de una terapéutica 
muy sensible y puramente energética, exige del enfermo toda su 
colaboración espiritual posible, unida a la mayor economía de 
sus fuerzas vitales, que se despiertan por la acción catalizadora 
homeopática. la modificación interior del enfermo, su domi-
nio sobre las pasiones y sobre los vicios desbordados, no sólo 
sublimizan sus fuerzas de sustentación espiritual superior, sino 
que aprovechan también el energismo de la Homeopatía, para 
lograr la restauración del cuerpo carnal.

Conocemos casos en que determinados individuos electivos 

al cáncer, no llegaron a materializarlo en la carne, porque, es-
tando sometidos al tratamiento homeopático con el propósito 
de atender a otras enfermedades menos dañinas, el médico ho-
meópata, al prescribirles el medicamento constitucional y afín 
de su tipo psicofísico, logró restablecer el energismo perturbado 
en la red biomagnética.

Pregunta: ¿no podríamos suponer que ese éxito homeopá-

tico podría ser una intervención prematura en aquellos que de-
berían sufrir, por ley kármica, la prueba del cáncer?

Ramatís: el cáncer, no es una prueba determinantemente 

de expiación, mediante la cual se liquiden culpas pretéritas. es, 
simplemente, una fase del proceso sideral para que el espíritu 
expurgue los venenos que lo convertirán en un desventurado en 
el Más allá. el fatalismo, en ese caso, es sólo uno: la necesidad 
de proceder a la limpieza del periespíritu, drenando un tipo de 
tóxico específico elaborado en los momentos de desequilibrios 
espirituales. Si ese drenaje se pudiera realizar sin sufrimiento 
alguno, no habría, por parte de dios, propósito alguno de impo-
ner el dolor como castigo por las faltas cometidas anteriormen-

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