Ramatís
prueba la curación del doliente, y sí, apenas, la transferencia de
la carga enfermiza. La curación se hace necesaria en el enfermo,
en el todo individuo, esto es: no basta tratar solamente los ór-
ganos enfermos, sino que será necesario obrar en la mente del
individuo enfermo, para que se renueve en la composición de
sus pensamientos perturbadores y evite, por tanto, nuevas cuo-
tas de toxinas psíquicas que, por ley de gravedad física, han de
fluir hacia el cuerpo indefenso.
No basta que el médico señale en su tabla patológica el tipo
de la enfermedad diagnosticada con habilidad y después siga
la terapéutica más aconsejable en el momento; en el subjetivis-
mo del alma del enfermo, permanecerá la afirmación de que no
fue curado, sino, apenas, contemporizado en su estado molesto.
Siempre ha de persistir su temor: ¿en qué órgano el indeseable
huésped oculto y mórbido, se habrá de manifestar nuevamente
para producir otra “enfermedad”? evidentemente, después que
el morbo psíquico haya efectuado el recorrido por todos los ór-
ganos más vulnerables del organismo carnal, expulsado a cada
paso por el bombardeo medicamentoso o porque el cirujano ex-
tirpa su punto de apoyo material, cesará su marcha destructora
en la última estación de parada: ¡el corazón!
¡el paciente, a pesar de tantas enfermedades diferentes há-
bilmente curadas, termina sus días más enfermo que cuando
compareció por primera vez en el consultorio médico, porque
además de las enfermedades propiamente dichas, se encuentra
lesionado por la intoxicación medicamentosa o marcado por las
cicatrices dejadas por las operaciones!...
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