Fisiología del Alma 

Cuando menos lo espera, es lanzado al lecho del dolor; otras 

veces, ve que cesan las facilidades o los recursos materiales que le 
permitían sostener su condenable imprudencia, quedando enton-
ces impedido de proseguir en su comportamiento irregular. otro 
caso, por ejemplo, puede ser el de un individuo saludable, fuerte, 
demasiado viril y dotado de un cuerpo excelente, pero cuyo espí-
ritu irascible y prepotente se niega a ablandar su temperamento o 
desecha la intuición bienhechora de su amigo desencarnado. Con 
ventajas en su cuerpo y en sus fuerzas, reacciona siempre con 
violencia y atrevimiento ante cualquier consejo o protesta ajena. 
Sumamente agresivo, usa sus manos como vigorosos guantes de 
boxeo, abofeteando con facilidad y moviéndolas amenazadoras, 
sin propósito alguno de tolerancia y de excusas. en el hogar, su 
irascibilidad siembra angustias continuas, pues es atrabiliario 
con la esposa, con los hijos y con los vecinos; vive seguro de no 
necesitar de nadie y se siente bastante auto-suficiente para des-
preciar los favores del prójimo. entonces, su guía espiritual sólo 
tiene un recurso para domar al pseudo “gigante” eufórico de su 
estatura y de su musculatura: llevarlo a un lecho de sufrimien-
to crucial y arrasarlo hasta que reconozca su propia debilidad 
humana en el seno de la humanidad. ¡de ese modo, le cercena 
la auto-violencia y lo coloca en el camino de la ternura y de la 
humildad bajo el guante del sufrimiento, demostrándole que no 
pasa de ser un troglodita vestido a la moderna, cual extravagante 
gladiador que abusa de su fuerte armadura de carne, nervios y 
huesos! Lo lanza por tierra, abatido por insidiosa enfermedad, 
haciéndolo entrever el límite de los bastidores del “otro mundo”, 
con lo que le proporciona un tremendo susto, despertándolo en 
un deseo de continuación de vida para cuidar del socorro ajeno.

en general, aquellos que aparentan mayor indiferencia ha-

cia la muerte porque son robustos y sanos, son casi siempre los 
que más se acobardan ante la perspectiva de perder el cuerpo 
que les proporciona los placeres fugaces de la vida animal y les 
facilita todos los caprichos y vanidades de la carne. Como no 
confían en la perspectiva agradable de la “otra vida”, después del 
prosaísmo de la existencia física, se agarran desesperadamente a 
la armadura carnal, como el náufrago a una tabla de salvación.

PREGUNTA: – ¿Es suficiente ese recurso a que os referís, 

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