Fisiología del Alma 

las sanguijuelas, las sangrías, los cauterios y las aplicaciones 
cáusticas fueron sustituidas por las inyecciones, sueros, baños 
de luz, vacunas, diatermia, choques eléctricos, las insulinas etc. 
ahora, se acrecienta el empleo de los estupefacientes y anal-
gésicos, pareciendo que los productos de la industria químico 
farmacéutica desafían la lógica de la propia ciencia médica. 
Cansados de la quimioterapia, los fabricantes de drogas farma-
céuticas vuelven la vista hacia la fitoterapia, en la nostalgia de 
la curación por los vegetales. algunos científicos modernos, me-
nos confiados, prefieren la mixtura compensadora del extracto 
vegetal con el producto químico moderno.

Sin duda, hay bastante razón en el aforismo de cierto mé-

dico famoso y desconsolado, de vuestro país (Brasil), que, en un 
momento de desahogo, se quejó diciendo: “¿Qué hacer, ahora? 
¿Matar al modo antiguo, por el agotamiento de la sangría o ma-
tar por el sistema moderno, intoxicando al enfermo?”

No vemos razón alguna, por lo tanto, para que ante esa 

situación inconveniente los alópatas se rían de los homeópatas, 
pues éstos les llevan considerable ventaja, puesto que no vio-
lentan el organismo del enfermo con intervenciones peligrosas 
ni perturban su equilibrio en el comando del cosmos psíquico. 
¡Sin duda, la verdadera ciencia de curar, todavía es la profilaxis 
evangélica preconizada por el Cristo, el Divino Médico, como 
principal garantía de la salud e integridad mental y moral del 
hombre! El amor, la bondad y la pureza de espíritu son aun 
los medicamentos más sublimes de esa terapéutica crística, que 
está en perfecta relación con las leyes espirituales que gobier-
nan el Universo. ¡En el “Sermón de la Montaña” del inolvidable 
Jesús, existe mayor éxito profiláctico y curativo para el ser hu-
mano, que en todas las drogas farmacéuticas y procesos médi-
cos existentes hasta hoy en el orbe terrestre!

no obstante la opinión de muchos médicos alópatas que 

todavía previenen contra la Homeopatía, jamás podrá ser des-
tituida porque su magnitud la hace figurar como la terapia más 
sensata para el hombre. el verdadero homeópata, además de 
ser un científico hábil, debe ser un filósofo inteligente, ¡con el fin 
de poder relacionar la terapéutica del mundo infinitesimal con 
los principios inmortales del alma!

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