Ramatís
bienhechora del karma rectificador.
Si Freud, al examinar las “inferioridades” de las criaturas
humanas hubiese sido más exigente y hubiese sobrepasado la
cuna del nacimiento físico, no hubiera tardado en catalogar
nuevas adquisiciones de complejos pre-reencarnatórios, ocultos
peligrosamente e impedidos de manifestarse, ante la fuerza dis-
ciplinadora de la ley del karma.
¡Cuántos mendigos y locos populares de vuestras ciudades
viven aun en lo íntimo de sus almas el fausto de los palacios
aristocráticos y oyen el eco de una inteligencia de la cual, en
el pasado, abusaran para su exclusivo beneficio! ¡Curvados al
peso de las vicisitudes y de las humillaciones del mundo carnal,
deambulan ocultando bajo sus cuerpos lesionados, el alma ti-
ránica, falaz o corrompida del pretérito! ¡Cuántas ex baronesas
del imperio, ahora convertidas en sirvientas, limpian los vidrios
y barren los aposentos de sus antiguos esclavos, mientras desu-
manos capitanes y ex hacendados crueles se mueven con las
manos y los pies atrofiados, de los cuales hicieran mal uso cas-
tigando y persiguiendo a infelices negros!
explicado esto, no os será difícil comprender cómo recru-
dece todavía en lo íntimo del espíritu humano terrestre su con-
tenido subvertido del pasado, mal disfrazado por la ética social
del mundo. Por eso, cuando los malhechores desencarnados
consiguen activar y exhumar pasiones ocultas y todavía latentes
en las criaturas, no les es muy difícil conseguir transformarlas
en sus prolongaciones vivas, que en la superficie terrestre deben
verter sus intentos viciosos.
Pero su argucia y su acción maligna contra las vulnerabili-
dades humanas no llegan a alcanzar a aquellos que permanecen
aficionados a las enseñanzas del Evangelio de Cristo, cuya luz
protectora disuelve todos los residuos de sombras en la superfi-
cie del aura de los que vigilan y oran.
Hay casos en que los tentadores de las Tinieblas ven frus-
trados sus propósitos tenebrosos de obtener un “vaso vivo”, por-
que el socorro espiritual interviene a consecuencia del crédito
que la probable víctima merece por su actuación en su vida
pasada o, también, cuando por ley kármica algún accidente
bienhechor la inmoviliza en cama y hasta la libera de la carne.
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