Ramatís
protegidos en medio de la fatal carnicería.
Considerando que el 95 por ciento de la humanidad terrí-
cola cree en Dios, es evidente que toda la maldad y destrucción
por las guerras fratricidas obedecen a la responsabilidad de ese
noventa y cinco por ciento de creyentes. Tendría más lógica la
insania que manifiesta el terrícola, si ese noventa y cinco por
dentó fuera ateo, pues sus ignominias y perversidades serian
consideradas normales y producto de una naturaleza inferior,
por desconocer las leyes que rigen el Cosmos y que emanan del
Creador.
Pregunta:
Maestro, ¿vuestra opinión es que no creéis en la
creencia de los hombres por el solo hecho de que no viven inte-
gralmente aquello que perciben?
Ramatís:
Comprender a Dios exige de los hombres una rea-
lización interna, que consiste en buscar constantemente la sabi-
duría y el equilibrio psíquico, y una acción externa de renuncia
y servicio fraterno para todos los seres de la naturaleza. Sólo
así podrá comprobar que está regido por la sublime inspiración
de la creencia. Jamás tendrá autenticidad y fidelidad sobré la
creencia del Amor de Dios, si su criatura odia, destruye, engaña
y cultiva un fanatismo separativista.
El Viejo y el Nuevo Testamento han producido cantidades
de sectas, creencias diferentes y fanáticos más peligrosos que
el Bien que deberían haber hecho; en base a luchas estériles
por alcanzar la conducción de las sectas y divulgación de los
postulados, muchas veces utilizados contra el mismo hombre y
contrariando las enseñanzas amorosas del Cristo. No nos opo-
nemos respecto a la necesidad de que el hombre tiene que creer
para recibir los impulsos íntimos de comunión con su Creador,
buscando el ascenso angélico. Pero es ignominiosa la creencia
que divide a los hombres y los transforma en ruina, odio, tra-
gedia, desavenencia y falsedades, cuyas acciones desmienten
frontalmente los valores auténticos de la espiritualidad ante el
predominio de los instintos inferiores de la animalidad. No se
puede loar una creencia en Dios, cuando ésta conduce a los
hombres hacia luchas antifraternas y religiosas, que aniquilan
el placer espiritual de vivir. Creer en un Dios de Amor y Vida,
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