Ramatís
Cristo fueran coronados; cuando las estrellas caigan del cielo y
aparezca una nueva tierra; cuando los hijos no conozcan a sus
padres y hablen mal de ellos; cuando las mujeres embarazadas
críen monstruos; que el Evangelio fuera pregonado por todas
las personas y el pueblo adore a la Bestia; entonces, los “tiempos
son llegados” y también el simbólico “fin del mundo”.
Es evidente que todo ello ya está sucediendo en la época
que vivís y que confrontaremos con lo expuesto anteriormente.
En verdad los pájaros de acero o aviones modernos, desovan
bombas de fuego en los campos y en las ciudades enemigas;
los hombres dominan los aires volando más allá de la estra-
tosfera, mientras los submarinos navegan debajo de las calotas
polares. Los muertos resucitan todos los días en la figura de
espíritus materializados u operando por intermedio de los mé-
diums,
mientras que el fuego desciende de los cielos, ocasiona-
do por la devastadora bomba atómica; en la hora crucial de la
explosión atómica, los “hombres de las ciudades no consiguie-
ron alcanzar los campos, ni éstos a las ciudades”. Las extrañas
señales o las cosas extravagantes que serían vistas en los cielos,
se han concretado en la figura de los satélites artificiales que
circulan en órbita alrededor de la tierra, así como también, los
sorpresivos “discos voladores”, que tanta controversia arrancan
entre los inteligentes de la tierra. Corroborando los dichos de
las profecías, los niños, jóvenes y viejos, bajo la acción de sus
facultades mediúmnicas, hacen predicciones, curan y producen
hechos incomunes en contacto con el mundo oculto; en base a
la gran cantidad de sectas religiosas, que surgen como hongos
en días de lluvia, las mismas friccionan y se matan por el odio
y el fanatismo, confirmando, que los “hombres se dividen en
nombre del Cristo”,
en el fin de los tiempos. Cuando el hambre,
la miseria, la sed, las enfermedades y los osarios suplanten a las
ciudades; bastaría recordar los campos de concentración de los
nazistas, donde millones de judíos fueron muertos por el ham-
bre y la miseria, formando pilas de huesos, lo cual fue predicho
por los profetas. Y la tierra quedará “infectada” o “contaminada”
conforme lo predijo Isaías, (Cáp. 24, vers. 5 y 6) y que la misma
prensa moderna avisa, alertando a los gobiernos, sobre el peli-
gro de la “contaminación del aire en las ciudades”. Además, los
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