Ramatís
pótesis, el periespíritu siempre retorna a su estatura de adulto y
auténtica vida espiritual en el Más Allá de la tumba. Las criatu-
ritas desencarnadas continúan creciendo, mejor dicho, despier-
tan de a poco de la forma reducida con que desencarnaron en la
tierra. Los espíritus más capacitados mental y espiritualmente,
pueden ejercer su voluntad y se liberan prontamente de la limi-
tación infantil, después de la muerte física. Respecto a las almas
menos evolucionadas, sólo les resta aguardar el proceso común,
que en el Espacio rige el fenómeno de la metamorfosis infantil
para la figura adulta.
Pregunta:
Durante la encarnación, ¿el periespíritu acciona
fuera del organismo carnal, o lo interpenetra desde las primeras
providencias para nacer?
Ramatís:
A fin de que el espíritu se encarne nuevamente
en el mundo físico, necesita someterse al proceso inverso de re-
ducir su forma periespiritual adulta, hasta plasmar la forma de
un feto. Antes de alcanzar esa reducción fetal todavía trae el
aspecto fisonómico heredado de la familia a que perteneció en
la vida anterior. Esa apariencia se diluye en el proceso de la
nueva materialización carnal, en que pasan a predominar los
ancestrales biológicos de los nuevos progenitores, los cuales se
ajustan consanguíneamente.
Después de alcanzar la reducción y la configuración exac-
ta de un feto periespiritual, es que recién puede ser “encajado”
en el vientre del periespíritu de la mujer terrena, en el cual, el
molde reducido y ajustado comienza a proveerse de las energías
“etéreo-físicas” heredadas de la nueva familia terrícola, y disci-
plinadas por las leyes de la genética humana. Transcurridos los
nueve meses de la gestación normal, o en algunos casos a los
siete, por nacimiento prematuro, el feto periespiritual encajado
en el útero del periespíritu de la mujer, se le ve ocupando total-
mente el útero físico, es decir, materializado y percibido por los
sentidos físicos
[5]
.
5
Nota de Ramatís:
La futura madre del espíritu encarnante también es un espí-
ritu encarnado, es decir, una entidad también portadora de un periespíritu que se
materializó bajo el mismo proceso de su hijo. En consecuencia, el feto periespiritual
de su descendiente es “encajado” en el vaso uterino y también periespiritual, y al
nacer, la criatura, es como un periespíritu materializado camino a desligarse, en
vez de procesarse el llamado nacimiento. El periespíritu reducido a la forma de un
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