Ramatís
Las leyes menores, derivadas de la Ley Mayor del Universo,
vibran en el mismo diapasón del macrocosmos, aunque perfec-
tamente ajustadas al ritmo de la vida microcósmica, a fin de
conducir a los seres y las cosas al perfeccionamiento programa-
do por el Creador. Es evidente, que a las almas sanas y sensa-
tas, ajustadas al ritmo armonioso del plano divino, que es toda
perfección, la Ley no las afecta en forma compulsiva e impera-
tiva, sino que lo hace de una manera suave e inspirativa. Debéis
tener muy presente que todo sucede tal cual accionan las leyes
del Cosmos; en el campo físico, cuando sucede el desvío de un
simple asteroide, implica un reajuste semejante en otra latitud
cósmica, un desajuste moral del hombre requiere un reajuste
proporcional al desvío ocasionado, a fin de que no suceda in-
convenientes en la función normal de la Ley Moral del Universo.
La masa de agua oceánica, que avanza y cubre periódica-
mente ciertas playas del Atlántico, se equilibra armónicamente
con la masa líquida, que retrocede y aumenta la superficie de
las playas antípodas del océano Pacífico. Existe perfecta corre-
lación de las leyes cósmicas, con los principios físicos y morales
que rigen los fenómenos y acontecimientos de perfeccionamien-
to del hombre.
Pregunta:
¿Cómo debemos interpretar ese perfecciona-
miento del hombre, que se encuentra sometido a las leyes cien-
tíficas del Cosmos?
Ramatís:
El superhombre o ángel, en verdad, es la etapa
final del curso del espíritu que se individualiza y emancipa en
el seno de la Divinidad. Es la llama consciente o centella sideral
del Creador, que sin desvincularse jamás de su fuente divina,
sabe que existe y siente en medio de la creación universal. Es el
ser que, bajo la égida de la Ley, alcanza la conciencia nítida de
“sí mismo”, observa y vive las síntesis de sus experiencias vivi-
das en los mundos físicos, y pasa a explicar su sabiduría y poder
en la Creación, justificando lo enunciado por Jesús: “Vosotros
sois diosecitos”.
Es una realización superior del ser, que la Ley lo integra
pacífica y conscientemente al ritmo de la pulsación creadora,
comprobándose el aforismo que dice “El hombre es perfecto,
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