El Evangelio A la Luz del Cosmos
astutos engañan a los incautos vendiéndoles bienes inexisten-
tes, joyas falsas o automóviles robados, o extienden cheques sin
fondos. Los más hábiles y elocuentes engañan a sus electores en
campañas políticas interesadas y mistificadoras; los atrevidos y
avezados llegaban a construir edificios, cuyo material empleado
además de ser deficiente, no guarda las proporciones requeri-
das, cuyos desastrosos resultados se comprueban por las muer-
tes ocasionadas por derrumbes; otros industrializan el “dolor
humano”
mutilando órganos sanos de pacientes histéricos, a
fin de mantener sus “vicios de moda” actualizados. Finalmente,
se encuentran los que malgastan sus fortunas para comprar y
mantener perros, gatos y aves de raza, como queriendo vengarse
de la humanidad, mientras los hijos de su vecino carecen de lo
más elemental para subsistir. Los más duros de corazón visten
trajes carísimos y son afectos a lucir joyas y piedras rarísimas,
que ostentan sobre el cuerpo perecedero y no pocas veces mina-
do por el karma cancerígeno, mientras sus hermanos ante Dios,
faltos de recursos, mal pueden conseguir un vestido para cubrir
sus cuerpos castigados por la intemperie.
Los más severos, como censores gratuitos, reclaman contra
el alto costo de la leche, pan y artículos de primera necesidad,
pero callan sus voces ante el aumento del whisky, licores y ci-
garrillos, que les satisfacen el vicio esclavizante. Y la tierra, en
servicio educativo para las almas entorpecidas, irresponsables y
ambiciosas, se mancha de sangre en los mataderos de batallas
fratricidas, cuyos alumnos se matan entre sí, por defender doc-
trinas políticas, diversidad de color o imperialismo económico,
opor anarquizar las instituciones cuya función es disciplinar la
conducta del hombre.
Pregunta:
El avanzado cientificismo y el progreso técnico
del mundo, ¿no podrían transformar la tierra en un planeta más
confortable y ameno, proporcionando a los seres una vida agra-
dable y equilibrada?
Ramatís:
Así como el hombre canceroso no recupera su sa-
lud por el hecho de cambiar su modesta casa por el instituto
especializado, ni el inquilino se vuelve más inteligente o razona-
ble por cambiar de departamento, los espíritus de los terrícolas
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