El Evangelio A la Luz del Cosmos
exiliados de la tierra encontrarán la cura espiritual bajo el sig-
no de las mismas pasiones, torpezas y vicios, que tanto usan y
abusan en estos momentos. Mientras tanto, el “pueblo de Dios”,
que será probado, estará conformado por las criaturas pacíficas,
amorosas y humildes, incapaces de tener deseos de pillajes y
venganzas. Aunque todavía no sean personas santificadas, sin
embargo integrarán las falanges de los “de la derecha” del Cris-
to, debido a sus buenas intenciones y redoblados esfuerzos por
seguir en el camino del Bien.
Realmente, esos tipos de ciudadanos adulterados por los
vicios, estigmatizados por las pasiones desenfrenadas de una
civilización cada vez más epicúrea, se transforman en pesadas
cargas para los bien intencionados. Cultores de doctrinas excén-
tricas, negativistas y sensualistas, que ironizan la mansedumbre
y la humildad de los seguidores del Cristo, operan negativamen-
te en el plan evolutivo del planeta tierra, debiendo ser apartados
de las almas que aún confían en Dios y en el Mensaje del Evan-
gelio. Es una consecuencia ecológica, similar al proceso de las
hierbas dañinas, cuando invaden la buena siembra, debiendo el
jardinero apartarlas de las plantas útiles a fin de preservar la
especie superior.
En verdad, la actual civilización terrena ya alcanzó el grado
de su capacidad creadora en el trato con las formas materiales,
y en la realización de modelar las instituciones socioculturales,
pero, aún permanece espiritualmente inmadura, asemejándose
al hombre de las cavernas. Los hombres actuales, mentalmente
se asemejan a los monos que viven en un palacio de cristal, cuya
belleza no la perciben y su objetivo ignoran, siendo su verda-
dero estado el vivir en la selva inhóspita y primitiva. Por eso,
deben ser devueltos con urgencia al antiguo ambiente de la vida
salvaje, para que puedan exponer con amplia libertad sus ins-
tintos inferiores. Imposibilitados de poder adaptarse a las res-
ponsabilidades morales y a los objetivos de una vida espiritual
superior, la ley de la evolución los vuelve a colocar nuevamente
en la cuna de la civilización. Los hombres aún son criaturas tri-
viales y con hábitos primarios, que requieren su pronto retorno
a las cavernas paleolíticas, como hijos pródigos que regresan
para convivir con su antigua parentela.
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