El Evangelio A la Luz del Cosmos
Pregunta:
¿Cuál fue el verdadero sentido que Jesús quiso
dar a sus palabras, «mi reino no es de éste mundo», cuando le
respondió a Pilatos? ¿Le insinuó alguna cosa que sobrepasaba
el concepto del reino de la energía libre del espíritu, compa-
rándola con la compactación, que corresponde al mundo de la
materia?
Ramatís:
Narra el Evangelio de Juan que, habiendo en-
trado Pilatos a palacio y haciendo comparecer a Jesús ante su
presencia, le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos? —Jesús le
respondió: “Tú dices que soy rey. Yo para esto nací, y para esto
vine al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que
es de la verdad, escucha mi voz”.
[2]
Es evidente que todo cuanto Jesús manifiesta hace perfecta
distinción entre un “reino” o vida superior, disciplinada y diri-
gida convenientemente, y el “mundo” habitado por los hombres
y en permanente conflicto por las pasiones, intereses y vicios,
es decir, una vida indisciplinada bajo el egoísmo individual. En
un reino viven aquellos que fueron “escogidos” por el progreso
espiritual, y en el mundo, los que desean permanecer adheridos
a las satisfacciones y goces materiales, conforme lo manifiesta
la graduación de cada ser.
En la respuesta que da a Pilatos, de que era rey, se esta-
ba sirviendo del sentido figurativo del vocablo, para enunciar
su jerarquía de espíritu liberado de las contingencias huma-
nas, aunque decidido a cumplir hasta el final, con su misión
sacrifical para liberar a los hombres. Sólo el rey se gobierna
a sí mismo, porque es un soberano, con el derecho supremo y
absoluto dado por las leyes. Jesús, como espíritu emancipado
y ángel de elevado prestigio sideral, podía compararse con un
rey, de poder absoluto, dado que gobernaba como un soberano
su propia individualización espiritual. Además, advierte: “¿Soy
rey?, no nací y no vine a éste mundo sino para dar testimonio
de la Verdad, afirmando, que sólo el espíritu no nace, no crece,
ni muere, porque, siendo eterno, preexiste y sobrevive a la tran-
sitoria organización carnal.
Jesús acentuaba que era un rey espiritual, indestructible
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Juan, capítulo XVIII, versículos 33, 36 y 37. 192
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