Ramatís
individuo entregado a los placeres y vicios terrenales, el cual
vive exclusivamente gozando por sus sentidos físicos. He ahí,
entonces, al hombre de mundo, mundo ese que pertenece a to-
dos, y que se debe tener muy presente que es un mundo tran-
sitorio.
La palabra “reino”, enunciada y distinguida por Jesús, se
refiere con más precisión a la idea de un estado; diríamos que es
lo equivalente a aquello que la ciencia moderna llama teoría de
campo. Ese reino o campo es una forma de energía, y además,
el conjunto de leyes y principios que gobiernan o rigen la tota-
lidad de fenómenos que allí suceden. Todas las criaturas están
subordinadas a las leyes y principios del ‘reino” de Dios, de ese
“campo universal” sublime, del cual seremos futuros participan-
tes cuando logremos las condiciones necesarias para habitarlo.
Es una comunidad algo aristocrática y disciplinada, gobernada
por lo superior y que son ajenos a las vulgaridades del mundo
humano. Los reinos mineral, vegetal y animal, en sus distintas
agrupaciones de cuerpos y seres, están disciplinados y goberna-
dos íntimamente por leyes que los encaminan hacia expresiones
más elevadas.
También es evidente que Jesús cuando se refirió a “mi rei-
no”, lo hacía pensando en donde el vivía, cuya realidad debe
interpretarse como un estado diferente, donde el espíritu crea
debido a que conquistó definitiva victoria sobre los instintos
esclaviza-dores. De ahí que debe entenderse que el “reino” es
definitivo y el “mundo”, transitorio; lo primero vibra bajo el go-
bierno y a su vez exige una electividad específica para habitarlo,
y lo segundo, es el que adquiere condiciones por medio de la
fuerza, astucia o alguna cualidad o ventaja personal. Es de sen-
tido común que el mayor conquistador del mundo no es quien
derrota mayor número de hombres o pueblos sino aquel que
sabe derrotar a sus propias imperfecciones y pasiones. En el
concepto “mi reino no es de éste mundo”, Jesús trató de enfocar
para la humanidad la diferencia que existe entre el “mundo” que
es materia transitoria, y el “reino”, que es un estado real e inal-
terable, porque está constituido de energía y controlado por las
mentes, cuya voluntad y amor están desarrolladas para darse
únicamente en favor de la ventura ajena.
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