El Evangelio A la Luz del Cosmos
ciles persistirán en querer vivir apegados al artificialismo de la
vida ilusoria de la materia, después que han conocido moral y
científicamente lo que es real, auténtico y definitivo de lo ense-
ñado por el divino Maestro. Cumpliendo con su misión sublime
de mentor y psicólogo sideral y conocedor profundo en todos
los campos de la vida, Jesús decía y vivía sus enseñanzas mora-
les, ejemplificándolas personalmente como deben ser en la vida
espiritual, y lo hizo en las condiciones más honestas y estoicas
realizadas en la materia, para alcanzar el esclarecimiento angé-
lico de la humanidad. Actualmente los exegetas pueden distin-
guir e identificar que, bajo sus postulados de moral espiritual,
existen y permanecen los fundamentos científicos, derivados de
la Ley del Cosmos- Consecuentemente, un porcentaje diminu-
to de la humanidad ha tratado de cumplir con las enseñanzas
de Jesús, pero de ahora en más deberá comprobarse científica-
mente el motivo del porqué “él lo dijo”. En su tarea mesiánica,
expuso como debía ser la moral del espíritu angélico, y a través
de la investigación científica de la hora, el hombre del siglo XX
ha de saber descubrir la estructura que sustenta la vida moral
del Cosmos.
Pregunta:
En base a la profundidad del tema, en donde el
Evangelio nos recuerda la Ley del Cosmos, ¿podríais extenderos
un poco más sobre un asunto tan elevado?
Ramatís:
Antiguamente el hombre aceptaba que el “Reino
del Cristo” no era del mundo material, dado que era manifesta-
do por un instructor sideral, considerado como un elevado líder
de la humanidad. Pero, hoy, después de los eventos científicos
de la electrónica, el dominio del átomo y de la energía nuclear,
el intercambio lunar, el conocimiento y la descripción de los
rayos cósmicos, la era de las computadoras y robots, además de
la auscultación sobre la pulsación de las galaxias, le es posible
comprobar el fabuloso poder creador que existe en el mundo
de las energías ocultas y que superan la aparente letárgica de
la materia. En consecuencia, también es viable la perfecta dis-
tinción entre el mundo físico del César, y el mundo dinámico y
espiritual de Dios, es decir, lo transitorio e inferior, del auténtico,
eterno y superior.
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