Ramatís
Ramatís:
Si consideramos que sólo por el amor se salva el
hombre”, y que el Cristo Planetario es el campo, la síntesis y
el condicionamiento pulsátil del Amor Puro, es lógico que nin-
guno podrá llegar a Dios y alcanzar la perfección o la ventura
eterna, si primero no pasa por el “camino” del Amor Absoluto.
El Amor Crístico sólo se manifiesta después que el “hombre
viejo”
se libera de sus instintos animalescos, a través del holo-
causto de la cruz del amor desinteresado, y resucita en la figura
del “hombre nuevo” cristificado, así como la simiente pierde su
vieja forma egocéntrica en el seno de la tierra, para resurgir en
la “figura nueva” del árbol.
La personalidad humana, tan celosa de sus derechos y va-
lores relativos a un mundo transitorio, debe terminar con ellos
por la renuncia absoluta. El “hombre viejo”, moldeado por el li-
naje animal y apegado a los bienes del mundo de la carne, debe
morir y desintegrar la belicosidad que le es peculiar, por medio
de la agresividad destructiva del mundo físico.
Jesús, después que se sensibilizó en medio de la vida opre-
siva de la carne, comenzó a sentir el aura magnética y amorosa
del Cristo Planetario, pasando a comunicar a los hombres, que
él era “el Camino, la Verdad y la Vida”, y que “Ninguno va al Pa-
dre si no es por mí”. En verdad, el vínculo que existe entre Dios
y el hombre terreno es el Cristo Planetario, y en nuestro caso es
la entidad que vibra más próxima a la vida humana. A través
de Jesús, magnífico mediador humano, el Cristo pudo transmitir
fielmente las normas, para que el hombre aprendiera a despren-
derse de un mundo, útil y educativo, pero transitorio y necesario
de superarlo para alcanzar la emancipación espiritual. Ni bien
el espíritu alcanza perfecto estado de conciencia espiritual, deja
de ser dominado por los instintos, liberándose del curso edu-
cativo y físico, por haber devuelto a la tierra el “quantum” de
la animalidad que lo imantaba a los ciclos compulsivos de las
existencias carnales.
Y quien no cumple con ese programa, no cumple con las
etapas ascensionales, por “las cuales debe esforzarse para li-
berarse del yugo de la materia; además, si no cumple con tal
cometido no alcanzará la unión de conciencia y definitiva con
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